¿Usted entendía la política expansiva de Etihad, la compañía aérea del Abu Dhabi, que compró participaciones en Air Berlín y, después, el 49 por ciento de Alitalia? Probablemente, no. James Hogan, el presidente de la aerolínea, empezó en 2011 una expansión difícil de entender para los analistas, pero ya sabemos que los grandes éxitos comerciales se derivan de apuestas arriesgadas que los demás no terminan de ver. El problema para Hogan es que seis años después tampoco el Gobierno de Abu Dhabi, desesperado tras tantas pérdidas, tampoco entiende qué estaba haciendo Hogan y, finalmente, ha decidido despedirlo. Despedirlo y dejar la aerolínea en manos de Ahmed Ali Al Savegh, que hasta ahora era el presidente del consejo de supervisión de la aerolínea.
El plan ahora es vender las participaciones por lo que se pueda, que será bien poco, y buscar otros caminos. Afortunadamente, así como las inversiones han sido un fracaso, la aerolínea sí va bastante bien y sigue generando dinero.
El cambio de rumbo de Etihad supone una victoria para Lufthansa, porque el derribo de Air Berlín equivale a la victoria de la compañía de bandera alemana. No sólo porque Air Berlín le alquila 38 aviones a Lufthansa para su filial, Eurowings, sino que incluso Etihad podría entrar en el capital de la alemana. Al fin y al cabo, este modelo replicaría la entrada de Qatar en el capital de IAG o de Latam, por ejemplo, que son operaciones sólidas y sensatas.
Las pérdidas de Etihad hasta hoy se contabilizan en 2.500 millones de euros, de los cuales casi 500 millones proceden de Air Berlín. Pero además hay que contar el fracaso de Alitalia –cosa completamente previsible– y la inversión errática en Air Serbia (49%). Menos desastrosas son las participaciones en Virgin Australia (casi el 23 por ciento), el 3 por ciento de Air Lingus, el 24 de la india Jet Airways o el 1 por ciento de Air India.
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