La corporación semipública española Aena acaba de empezar a operar dos aeropuertos brasileños: se trata de Altamira, en el estado de Pará, y Congonhas, el segundo de Sao Paulo, la capital económica del país, situado en el centro de la ciudad.
Infraero, la organización estatal de aeropuertos, cede ahora 15 instalaciones más a las empresas privadas, precisamente en un momento en el que el nuevo presidente, Lula da Silva, pertenece a la izquierda del país.
Aena participó en la subasta de la gestión de los últimos 15 aeropuertos, que quedaron en manos de empresas como las locales CCR, Socicam, Invepar o XP y las internacionales, mucho más conocidas, Vinci, Inframérica o Fraport, esta última propietaria del aeropuerto de Frankfurt.
Tras esta última tanda de privatizaciones (aunque habría que ver si Aena, siendo semiestatal, cabe bajo esta denominación) el 93 por ciento del tráfico de pasajeros en los 494 aeropuertos abiertos al público en Brasil ya son de gestión particular.
Como consecuencia de estos contratos, cuya duración puede llegar a los 30 años, los adjudicatarios están obligados a invertir hasta 1.500 millones de dólares en la modernización, ampliación a adecuación de las terminales o pistas.
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