Las aerolíneas están reduciendo flota ante la previsión de una bajada de la demanda durante varios años hasta que se vuelva a niveles de 2019, y además están asumiendo que deberán llevar menos asientos por avión, lo cual se traducirá inevitablemente en que los precios de los billetes se encarecerán ostensiblemente.
La reducción de la oferta de plazas aéreas, así, fruto de menos aviones, menos asientos, y menos aerolíneas ante previsibles quiebras, se antoja que complicará a las aerolíneas sus modelos de rentabilidad, basados hasta ahora en ampliar el número de sillas por aparato aunque fuera a tarifas más bajas.
Las economías de escala gracias a las grandes flotas de los principales grupos también hacían posible el abaratamiento que en los últimos lustros ha vivido el precio de los billetes de avión, pero estos factores apuntan a desaparecer por durante al menos un tiempo, de modo que ello va a suponer un lastre para una rápida recuperación de los flujos turísticos.
Las aerolíneas, no obstante, van a contar con la ventaja de que el precio del petróleo es mínimo tras las enormes caídas de las últimas semanas, y que quizás durante un tiempo también tengan el apoyo de dinero público, pero su transformación a causa de esta crisis del coronavirus es inevitable, como ya están demostrando IAG (matriz de Iberia y Vueling), Delta, Lufthansa o Easyjet.
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