Desde el inicio de la pandemia, Boeing no gana para desgracias, en su mayor parte por su propia falta de rigor en la operación. El 5 de enero, un avión 737Max 9 perdió la portezuela de emergencia en un vuelo, lo que generó otra crisis profunda que se refleja en las ventas y entregas de la compañía, seriamente necesitada de ingresos (Airbus, comprensivo con el caos interno de su rival Boeing).
La prueba es que en enero Boeing apenas entregó 27 aviones a los clientes cuando en diciembre había despachado 67 unidades. Pese a ello, se vendieron tres aviones del polémico 737Max, aunque también es verdad que se cancelaron otros tantos pedidos previos.
Sin embargo, hay que tener también presente que Airbus sólo entregó en enero 30 aviones, en parte porque a muchas unidades computadas el año pasado aún les faltaban retoques (Airbus, a sus clientes: habrá retrasos en las entregas de aviones).
En todo caso, los problemas de Boeing son mucho más serios y sus ejecutivos están trabajando para persuadir a los clientes de que las futuras entregas estarán debidamente garantizadas y que ya no habrá tornillos de menos.
Dave Calhoun, el máximo ejecutivo de la empresa, ha dicho que se van a revisar totalmente los procedimientos para los controles de calidad que, aparentemente, existían, aunque sus fallos eran descomunales.
Tanto Boeing como Airbus están muy presionadas por la demanda para cumplir calendarios de entregas que son dificultosos por los fallos en las cadenas de producción.
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