Cinismo en torno a Ryanair

Ryanair ha recibido millones de euros en ayudas públicas, según informa este digital. Nada que no conociéramos de antemano. La información recuerda los casos de Gerona, Vigo o Canarias, pero también podríamos mencionar Vitoria o Santander o, incluso más recientemente, Menorca.

¿Por qué los políticos subvencionan a Ryanair? Porque si Ryanair –o cualquier otra aerolínea, que no seamos cínicos, para el caso da lo mismo-- opera en el aeropuerto de al lado, los votantes de la ciudad afectada piensan que sus políticos lo están haciendo bien, que la economía florece, que los turistas dan vida, que el esfuerzo bien vale la pena. Es entonces cuando los votantes tienden a apoyar al político que subvenciona, porque es el que consigue lo que nadie antes había logrado. Es decir: Ryanair –o Vueling, o Air Europa, o Air Nostrum, o Easyjet, o antes Air Berlín-- se termina beneficiando de lo que los ciudadanos quieren forzar, que sus aeropuertos tengan operaciones aéreas para las que el mercado no tiene oferta.

Ahora, cuando se publica el informe, quizás hasta los mismos que votaron a esos políticos, probablemente muchos que al menos callaron ante la tropelía, se llevan las manos a la cabeza. Sólo nos faltaba pedirle a las autoridades municipales o autonómicas que han pagado las subvenciones que actúen contra ellas mismas.

En conjunto, es un acto de cinismo colectivo: alguien pide a nuestros políticos que nuestros aeropuertos tengan vuelos y, cuando sabemos que eso se logra con subvenciones, nos alarmamos. ¡Vaya incoherencia!

Ryanair no es la líder europea porque tenga subvenciones. Detrás de sus aviones hay un modelo eficaz, al menos como máquina para hacer dinero. Como haría usted y yo, en Ryanair además aprovechan todo lo que pueden pillar. Y cuando un político sale por la vida con el talonario buscando que le pongan aviones en el aeropuerto, la postura de O’Leary, como la de absolutamente todos sus rivales, es fácil de entender: todo tiene un precio. Y lo pide. Y se lo pagamos. Y votamos al que se lo paga.

O sea que más vale que nos dejemos de lamentar, porque eso es lo que queremos.