Si usted viaja por las carreteras europeas, el transportista británico más grande que puede encontrarse es Eddie Stobart. Stobart, que tiene un grupo logístico espectacular, creó allá por los setenta una filial separada, dedicada a la aviación, que se llama Stobart Group. Afortunadamente esta hoy es una sociedad diferente, con propietarios diferentes, que acaba de cambiar su nombre por Esken.
La estructura es Esken, como matriz, de la que depende Stobart Air, que lleva ya varias décadas en la aviación, sobre todo en los vuelos de corto radio. Ha operado aviones para varias compañías. Pero el Covid ha arruinado su futuro. Antes del Covid, Stobart Air operaba 940 vuelos semanas en 43 rutas a once países europeos, fundamentalmente con la marca Aer Lingus regional. A través de otra sociedad dependiente de Esken, también ha comprado aeropuertos. El de Londres Southend es suyo.
Pero el Covid ha sido cruel con Irlanda, donde las cuarentenas han sido demoledoras. Mucho más duras que en España, por ejemplo. Y las ayudas han sido mínimas, limitándose a cubrir a la plantilla. De manera que Stobart Air ha caído. Ahora Esken, a toda prisa, está intentando vender un tercio de la propiedad del aeropuerto de Southend, para hacer caja. El fondo de inversión Carlyle, bien conocido por sus inversiones, también en España –recordemos Orizonia, el grupo de viajes mallorquín– está negociando comprar esta participación, que permitiría a Esken hacerse con 140 millones de euros.
El problema adicional es que tampoco el aeropuerto de Southend está en su mejor momento. Había remontado, pero el Covid le ha afectado, pese a que tanto Ryanair como WizzAir anunciaron que abrían base.
Como ven, no en todos los países los gobiernos van al rescate y las empresas pagan la dura factura del Covid.
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