El primer Airbus A220-100 ha salido del hangar de pintura de la línea de fabricación en Mirabel, Quebec, Canadá. Va pintado con los colores de su cliente, la aerolínea americana Delta Air Lines. El avión es el primero de los que ha comprado Delta y es al mismo tiempo el primero que fabrica Airbus. Sin embargo, no es el primer avión de este tipo, porque se habían fabricado antes unos pocos ejemplares con la marca Bombardier CS100, que están operando con los colores de Swiss y de Air Baltic.
Este avión es el desencadenante de una profunda crisis en el mundo de la aviación, que ha acabado mal precisamente para quien la desencadenó. Los problemas comenzaron cuando Delta decidió una gran compra de estos aviones de 120 a 150 pasajeros a Bombardier. Boeing, que actualmente no fabrica aviones de estas dimensiones, presentó una demanda contra Bombardier, acusando a la compañía de competencia desleal. El gobierno de Donald Trump, ansioso por colgarse la medalla de defensor de los intereses estadounidenses, no dudó un minuto en imponer un arancel del 200 por ciento al avión, con lo que las ventas quedaron bloqueadas. Entre las víctimas no sólo estaba Bombardier sino también Pratt & Whitney, el fabricante de motores americano, y la factoría norirlandesa de Bombardier, de donde salen partes del avión.
La solución, inesperada, vino cuando Airbus se quedó con todo el proyecto de este avión. Como Airbus ya tiene una fábrica en Arkansas (produce allí el A321), legalmente el avión no puede ser considerado como producido por una compañía extranjera. Así, pues, Airbus se quedó con todo el proyecto, rebautizó el avión como A220, y retomó la producción en la misma factoría canadiense de Bombardier. Los demás modelos de la compañía siguen en manos de Bombardier.
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