Era lógico, pero la industria del turismo israelita no termina de levantar cabeza. Está acostumbrada a la profunda inestabilidad en la región, pero desde el Covid no consigue ni un momento de tregua (Vuelven las suspensiones de vuelos a Israel y el Líbano).
Israel ha estado luchando para conseguir que las low-cost europeas aportaran una inyección de turismo. De hecho había conseguido la presencia de las mayores aerolíneas, entre ellas algunas españolas y, por supuesto, Ryanair.
Pero el año 23, cuando las cosas empezaban a mejorar, el ataque de Hamas a Israel y la respuesta sobre la franja de Gaza por parte de las fuerzas armadas del país ha creado pánico en los viajeros. Este año acabará con un veinticinco por ciento de los visitantes que tuvo el país en 2019.
Los hoteles por lo menos tienen cierta compensación en que los habitantes de las zonas fronterizas del norte, así como los más cercanos a la franja de Gaza, se encuentran alojados en hoteles, pagados por el estado. De hecho, el ministerio encargado de gestionar a los desplazados es el ministerio de Turismo.
En este año, 850 mil turistas entraron al país, con Estados Unidos como primera procedencia. Dos tercios de los visitantes son de religión judía, lo que permite suponer que no son mayoritariamente turistas al uso.
En ir a Israel estaba pensando yo justamente…