Los resultados financieros de Easyjet habrán sido negativos cuando acabe el ejercicio. La propia dirección espera unas pérdidas algo inferiores a los 200 millones de euros. Se trata del tercer año consecutivo en pérdidas, aunque ahora todo es diferente porque hay cash flow y la compañía ya tiene una actividad que le permite pronosticar que en 2023 la pesadilla habrá pasado (La debilidad de Easyjet).
Los resultados de Wizz Air, la aerolínea húngara, están siendo bastante peores que los de Easyjet: ha perdido 390 millones de euros entre abril y el final de septiembre, debido a unos problemas con el tipo de cambio, el alza del combustible, su falta de seguro ante esta eventualidad y la falta de plantilla para reemprender la actividad normal tras la pandemia (Pérdidas de 390 millones para Wizz Air, pese al fin del Covid).
La segunda y tercera aerolínea low cost de Europa están satisfechas de cómo han recuperado a su clientela, pero pierden dinero, lo que indica que el negocio de las low cost no es tan fácil como parece.
Y lo que pone aún más de relieve la gestión de Ryanair, que precisamente acaba de anunciar que su volumen de clientes en el mes de octubre ha sido absolutamente espectacular, consolidando la que habrá terminado por ser una temporada impresionante (Ryanair: 14% más viajeros este octubre que en 2019).
Hasta los críticos más acervos de Michael O’Leary tienen que reconocer que, más allá de su estilo tan peculiar, tan agresivo, tan atípico, mantener quinientos aviones volando, llenos, con beneficios, no puede ser una simple casualidad sino más bien el resultado de una gestión cuidadosa. Algo debe saber para que salga adelante allí donde todos los rivales hacen aguas.
Si, a costa de que tus empleados vivan en la miseria si!!