“La primera impresión es la que cuenta”, ha comentado Francisco Calheiros, el presidente de la Confederación Portuguesa de Turismo, en referencia a los probables colapsos que se van a crear en las fronteras con los viajeros no Schengen a partir de ahora, cuando será necesaria la identificación biométrica.
Portugal depende de forma notable del turismo británico, que queda afectado por este problema.
“No hay segunda oportunidad de generar una buena primera impresión. Eso sólo se logra en el aeropuerto”, donde hoy por hoy se teme lo peor. “Este año, sin el nuevo sistema, ha habido ya varios problemas con esperas de una hora para cruzar la frontera”, ha añadido Calheiros. “No es posible para un vuelo europeo, de un país no Schengen, que exige dos horas de vuelo, estar una hora o más para pasar”.
El Gobierno portugués ultima los pasos para introducir el control biométrico. “Es una herramienta fundamental para tener la información necesaria sobre la legalidad de los visitantes”, ha apuntado el ministro de la Presidencia, Antonio Leitao Amaro.
El problema, según el sector turístico, es que el trato a los inmigrantes con vocación de permanencia en Portugal o Europa es el mismo que el de los turistas que quieren pasar unos días de descanso.
Este asunto también se aplica a España, y el sistema entra en funcionamiento en noviembre.
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