Ryanair: en guerra contra el mundo

Esta semana, Michael O’Leary declaró la guerra a Italia por poner un tope en los precios de los billetes de avión a sus islas. En este combate, salieron descalificaciones a Ita, la aerolínea italiana, y a Lufthansa, su compradora. Y en la misma semana hubo una fuerte crítica a Nats, la organización que controla el espacio aéreo británico por no saber gestionarlo. El jueves pasado, Nats se quedó sin controladores y provocó otro caos en Gatwick, a donde Ryanair apenas vuela, pero afectando seriamente a Easyjet (Ryanair, a insultos en Italia).

En semanas anteriores, o O’Leary (o algunos de los suyos) estuvo en guerra con los controladores franceses, una de sus bestias negras. Y, de paso, con Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, que sostiene su situación mirando para otro lado (Ryanair estalla contra los controladores: “Secuestran los vuelos una y otra vez”).

También han recibido su tunda los fabricantes de aviones. Ryanair ha dicho de todo a Airbus, que pretende imponer el precio de sus aviones. Y ha arremetido también contra Boeing, por los retrasos en sus entregas y, también en su momento, por querer cobrar los aviones a un precio determinado y no al que quiere Ryanair.

Los pilotos y los sindicatos en toda Europa han tenido su cuota de críticas. Y no digamos los aeropuertos, cuyos precios siempre son carísimos para Ryanair. Y, naturalmente, han sido diseñados con un lujo innecesario, y con unos costos inmanejables.

Los gobiernos de Grecia, Italia, Alemania y Francia son los que últimamente reciben las andanadas de O’Leary; y las aerolíneas ‘legacy’ ya están acostumbradas. Para todas ha habido críticas porque nadie es como Ryanair.

Hasta los ecologistas han sido azotados por Ryanair.

Lo mejor es que después de todo, incluso le quedan energías para ganar dinero. Está en guerra contra el mundo mundial y encima tienen un negocio brillante. ¿Habrá que estar amargado y cabreado con todos para que las cosas vayan bien?