El 17 de octubre de 2023, hace algo más de un año, un Boeing 737-8K5 de Tui, con 187 pasajeros a bordo, partió a las 6 de la mañana del aeropuerto de Mánchester a la isla griega de Kos. Ya se imaginan: familias a tomar el sol del Mediterráneo, aprovechando las vacaciones escolares que acaban a final de octubre.
La historia detallada de lo que ocurriría en ese avión se sabe porque la oficina de investigación de incidentes aéreos del Reino Unido ha estudiado el caso y ha publicado su informe definitivo. Estos son los hechos.
Apenas unos instantes después de despegar, un aviso alertó a los pilotos de un incidente grave: dos sistemas vitales para el avión estaban fuera de servicio. Los dos sistemas de purga de aire estaban apagados, con lo que no podría presurizarse. Probablemente por un olvido de los ingenieros que hicieron el mantenimiento. Inmediatamente después de esto se encendió el aviso que indicaba un fallo en el sistema de aire acondicionado del avión, lo cual está relacionado con lo anterior.
El piloto consultó el manual y decidió volver a tierra. Pero el avión, con todo el combustible que portaba, tenía demasiado peso y tuvo que girar sobre los cielos ingleses para quemar combustible antes de aterrizar. Ahí es donde se produce el caos porque la tripulación no explicó a los pasajeros que usaran la máscara de oxígeno, ni hizo indicación alguna en este sentido, de manera que los pasajeros y la propia tripulación quedaron expuestos al riesgo de hipoxia, que es cuando el cuerpo se queda sin oxígeno y puede tener consecuencias fatales.
El avión estaba en la zona límite, entre los 10 y los 14 mil pies, lo cual afecta la capacidad para pensar y para tomar decisiones. Además, los efectos de la hipoxia se agravan con la fatiga.
Y ahí es cuando el informe detecta que el piloto estaba agotado. Se había despertado a la 1 de la madrugada para estar de guardia desde las 3. A las 4 y media, apenas sin dormir, supo que debía pilotar el vuelo a Grecia.
El avión aterrizó a las 8 y 10, más de dos horas después de despegar, y con los pasajeros y la tripulación en el umbral del peligro por hipoxia, con un piloto agotado por no haber dormido y encima con el impacto de la mala respiración que se tenía en el avión.
El saldo final es que no ocurrió nada que lamentar. Aunque, curiosamente, tres días después ese mismo avión se salió de la pista en Leeds, en un incidente no relacionado con el anterior.