No es fácil saber dónde una compañía aérea puede tener el siguiente dolor de cabeza, como lo demuestra el incidente que ocurrió este viernes en Schiphol, en Ámsterdam. Un Boeing 777-200 de la aerolínea dominante en el aeropuerto, KLM, quedó atrapado en el barro que rodea las pistas, debido a las intensas lluvias propias de este momento del año.
El error no es atribuible a un piloto porque el avión no tenía a nadie a bordo y estaba siendo remolcado por un equipo destinado al efecto.
El avión, que tiene la matrícula PH-BQE, estaba siendo trasladado dentro del propio aeropuerto y, por razones que no se conocen, uno de sus trenes de aterrizaje principales se salió de la superficie asfaltada y quedó en el barro, donde no fue posible sacarlo con un único remolque.
Horas después, el avión fue finalmente rescatado y llevado a los talleres para una revisión, aunque evidentemente los daños eran irrelevantes y, por supuesto, los riesgos también. Por lo tanto, el avión volvió a volar a las pocas horas.
La prosa del articulista está a la altura de Cervantes
Lo raro es que no pasen más porque a la velocidad que van los pushs y la decadencia del personal...