José Manuel Vargas se ha ido por la puerta de atrás. Una salida sin ruido pese a la bulla de La Razón y Podemos. El periódico más a la derecha y el partido más a la izquierda, unidos sin querer para derrocar al presidente de Aena. Pero éste se ha largado porque el Gobierno no le hacía caso. José Manuel Vargas chocó con Guindos cuando la privatización y con De la Serna por la opa de Abertis. Vargas, además, quería percibir más dinero, mucho más dinero, después de la salida exitosa a Bolsa de la entidad que agrupa a los aeropuertos.
Unos aeropuertos que despegan económicamente no por méritos propios sino por la gran demanda turística. Aena es supermillonaria tras una privatización de cine: el control sigue en manos de un Estado que ingresa miles de millones de euros. Sus resultados vuelven a ser excelentes después de un verano extraordinario y un otoño mejor de lo previsto. Y ello a pesar de la crisis de la alocada Ryanair. Mientras funcione el turismo hay Aena para rato. Y para De la Serna. Ítem más: y para Montoro.
Aún no hay sustituto para Vargas. ¿Hace falta? La Razón le ha dado zurriagazos un día sí y otro también por su pasado en ABC, y Podemos por haber privatizado la empresa del monopolio aeroportuario. Vargas fue máximo responsable del diario monárquico cuando éste y el de Planeta echaban su particular pulso por las batidoras, cosas del periodismo. Y los radicales que alimentó Soraya con La Sexta estaban ofuscados con JMV porque son contrarios acérrimos a las privatizaciones, cosas de la política.
Vargas ha sido amigo de Hidalgo. El de Air Europa siempre se ha llevado bien con los dirigentes de Aena y con los de Fomento. Una relación casi siempre por encima de la ética y del pudor. Maleni, por ejemplo, iba sin escrúpulo a los hoteles dominicanos del brusco salmantino. No era la única. Si se investigara los huéspedes del mundo del transporte oficial que han desfilado por Cabeza de Toro... En la competencia aeronáutica, decían de Vargas y de Hidalgo que Dios los cría y ellos se juntan. Pura amistad de conveniencia.
Los millonarios beneficios de Aena no redundan en beneficio de los usuarios. Los aeropuertos siguen siendo caóticos por su mala planificación. El descontrol no solo lo padecen los grandes, desde El Prat a Son Sant Joan pasando por El Reina Sofía y el Pablo Picasso, sino también los pequeños como el García Lorca. Las colas de embarque ya no es cosa exclusiva de Barcelona, Madrid, Mallorca, Tenerife y Málaga, sino también de Granada. Y todo por no destinar más dinero del mucho que ganan para acondicionar las entradas a las terminales y a los controles. Por cierto, ¿por qué se fue Barceló del Consejo?
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