Barcelona, KO

Llevan años jugando peligrosamente con el peligro, especialmente desde que esa muchacha, una tal Ada Colau, salida de las grandes calderas intelectuales de Oxford, Cambrigde, Yale ó Tubinga, dirige la inmortal ciudad de Barcelona. Una muestra extraordinaria de la aristocracia intelectual, política y tecnológica de los nuevos tiempos.

Tenía que ocurrir y, finalmente, ocurrió. El orbe mundial ha conocido la cancelación de la primera muestra de la vanguardia de la tecnología Mobile World Congress (MWC) a propósito de una pandemia denominada “coronavirus”, mientras organizadores y Gobierno se han enzarzado en una disputa infantil que atiza otra lumbrera de la cosa, la cordobesa Carmen Calvo.

Pero, hete aquí, que al mismo tiempo, los protagonistas ausentes del MWC en Barcelona se han congregado en Ámsterdam (Holanda) como si el “coronavirus” no reconociera a los Países Bajos, inmunes a su veneno.

¿Raro, no? ¡Muy raro! El Gobierno aduce otras razones y no las dice; los organizadores se escudan en el bichito de origen chino para echar el cierre y, finalmente, los clientes, las marcas se han marchado a Holanda donde parece que hay alcaldesas, ministros y jefes de gobierno mucho más serios que aquí. ¡Vaya cara se le ha quedado a la antigua gudari de los desahucios!

Bien. Hay un principal afectado por el coronavirus: Barcelona. Es la que sufre ya las consecuencias de tanto irresponsable que lleva tiempo jugando con su futuro. Ahí tienen el resultado. Miles de puestos de trabajo tirados al mar, centenares de millones de euros arrojados por la borda, y, sobre todo, el prestigio de una ciudad ganado durante muchas décadas que se ha ido esfumando día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año. Unas veces fueron los contenedores ardiendo; otras los asaltos a dependencias estatales, otras la agresividad contra las Fuerzas de Seguridad…Paso a paso se anda el camino. Ahí tienen el resultado.

Hace menos de dos años grupos antisistema, emborrachados por el Estado del Bienestar, jaleados por el ayuntamiento podemita/secesionista de la señora Colau pusieron en grafiti “tourist go home”. Pues bien, los turistas ya se están yendo a su casa. Y los grandes inversionistas llegaron pero se van de forma irremediable. Una ciudad señera de Europa, otrora abierta y confiada, ha ido cediendo calles, plazas y espíritus a los del vuelo gallináceo. Algo letal para el turismo y para el intercambio de cualquier experiencia vital que se precie.

Viví una temporada larga en la llamada Ciudad Condal. Fue todo lo feliz que se puede entender la condición humana. Nunca pensé que se pudiera llegar tan lejos en una orgía de estulticia y sinrazón que terminará por quemar a los que se empeñan en prender fuego a todo lo que pasa.

Barcelona y Cataluña han sido siempre un hito en el enorme éxito del turismo español; una pica en lo más granado de ese éxito con nombres y apellidos extraordinarios. Su fracaso es el fracaso de todos aquellos que entendemos el turismo, además de como una actividad económica, como un punto y puente de intercambio de culturas, tolerancias e inclusos amores.

¿Qué han hecho con Barcelona? Ahí tienen el resultado. Puede ser el primero de muchos golpes definitivos.

¡Ojalá no!