La seguridad aérea debería ser lo suficientemente estricta como para comprobar la identificación de los pasajeros. Sin embargo, este no siempre es el caso. El periodista de France 3 Benjamin Delombre embarcó en un avión de Air France con destino a Barcelona en el aeropuerto de Roissy Charles-de-Gaulle sin que nadie le pidiera su documento de indentidad, y Geeta Modha, una empresaria de Manchester, logró volar desde su ciudad natal hasta Delhi con el pasaporte de su marido que cogió por equivocación.
Geeta Modha pudo volar hasta Delhi con el pasaporte de su marido sin ningún tipo de inconveniente. Ni tan siquiera tuvo problemas en Dubai, donde hacía escala, al presentar su tarjeta de ciudadanía para extranjeros de la India. Su desacierto con el pasaporte no fue descubierto hasta llegar a Delhi, desde donde fue enviada de nuevo a Dubai. Una vez en los Emiratos Árabes, la pasajera consiguió trasladar al aeropuerto su pasaporte correcto y pudo continuar con su trayecto.
La compañía Emirates ha pedido disculpas a la pasajera por las molestias causadas por su falta de rigor y, además, ha abierto una investigación para esclarecer cómo pudo llegar de Manchester a Delhi con un pasaporte equivocado. Asimismo, la compañía se encuentra trabajando en colaboración con los trabajadores de la aerolínea “para asegurarnos de que se proporcione capacitación completa para el personal involucrado”.
Delombre, por su parte, quiso comprobar si la información requerida para comprar un billete está controlada por las aerolíneas. Por ello, el periodista, antes de embarcarse, cambió su billete con el de otro pasajero, Noe Salem. En ninguno de los controles de seguridad del aeropuerto cotejaron el billete con su documento de identidad.
No obstante, Delombre sí que tuvo problemas para emprender su viaje de vuelta. En el aeropuerto del Prat de Barcelona el personal de seguridad del aeropuerto verificó si los datos de su carné de identidad coincidían con los de su billete, ya que la ley española obliga a realizar esta comprobación, algo que no ocurre en Francia donde la falta de control permite a las aerolíneas ahorrarse 2 millones de euros al año, según France 3.
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