El pasado día 8 de noviembre, jueves, el empresario Antonio Garamendi, el último e histórico dirigente de la asociación patronal CEPYME, había convocado los V Premios para galardonar a los emprendedores más activos, agitados y determinados. Dentro de CEPYME también están empresas turísticas de pequeño y mediano tamaño de todos los subsectores en donde se investigan técnicas de nuevo cuño que aplicar a la industria que nos ocupa.
Asistió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escoltado por dos de sus ministras, Magdalena Valerio, ministra de Trabajo, y Reyes Maroto, la vallisoletana que dice es ministra de Industria, Turismo y Comercio. No se puede escribir porque no fue verdad, aunque me gustaría, que el primer ministro fuera recibido con gran entusiasmo por los empresarios.
Bien. Sánchez no tuvo reparo alguno en mimetizarse con los emprendedores e, incluso, hacer un paralelismo entre su carrera política personal (“segundas oportunidades”) y la vida general de los empresarios de pequeño y mediano corte. Esfuerzo, dedicación, aguante, determinación, serenidad, moderación, fueron algunas de las palabras que salieron de la boca del primer ejecutivo de la Nación para clasificar su vida y la de los empresarios. Resumiendo, era el día en el que tenía que hablar bien de los empresarios, con algunas contradicciones tan propias de nuestro jefe ejecutivo, porque al mismo tiempo que juraba por sus muertos que eliminaría trabas a la actividad emprendedora resulta que estaba subiendo los impuestos a través del proyecto de ley de PGE. Lo normal entre los políticos al uso de cualquier color.
Lo que me interesó más fue su compromiso adquirido ante 500 empresarios: Me comprometo en nombre del Gobierno a liquidar la burocracia innecesaria, las trabas que tanto perjudican a la hora de levantar y sostener una empresa. Se quedó tan ancho.
Justamente, ese día, había leído yo en Preferente.com un artículo corto, pero sumamente ilustrativo acerca, por ejemplo, de los permisos y autorizaciones para modernizar hoteles y, en general, poner al día instalaciones turísticas tan necesarias como perentorias. Es el caso del Grupo Meliá Hotels en la zona turística de Magaluf, en Calviá, aunque se pueden poner centenares de ejemplos a lo largo y ancho de la geografía española.
Estamos ante la prédica y el trigo. Cualquier lector conocerá casos en los que las licencias administrativas, ya sean de ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas o del gobierno tardan meses, años en llegar en el mejor de los casos y en otros ni llegan. De ahí que los empresarios escucharan en medio de un gélido silencio al jefe del Gobierno. Saben por amplia experiencia que después del discursito a otra cosa mariposa.
LO DE SOL Y PLAYA
El presidente Sánchez también se refirió específicamente al “turismo de sol y playa” para pasar seguidamente a la referencia del “turismo de calidad”. Al menos en esta ocasión estuvo en plan sensato, realista y con los pies en el suelo. Lo último, sí, dijo, pero sin olvidar lo que tenemos.
Es a “grosso modo” lo que a la misma hora decía en la Universidad de Almería, Rafael Caballero, fundador de este medio en el que escribo y, sin duda, uno de los mejores conocedores de la industria turística española. Claro, Caballero, habla con más conocimiento de causa que el primer ministro.
“El tan denostado turismo de sol y playa ha hecho ricos a mucha gente”, subrayó Rafa Caballero. ¡Lo sabrá él bien que los conoce personalmente! Al final, queridos amigos, los diagnósticos coinciden entre aquellas personas que se visten por los pies y piensan antes de hablar. La diferencia es que unos hablan y actúan; otros, en cambio, sólo peroran.
Por cierto, en ese acto de CEPYME tuve ocasión de intercambiar pareceres con la ministra Maroto. Cuando le planteé que este año será peor que el anterior en materia turística, me miró, y ¿saben qué dijo: Nada.
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