Mucho se ha estado hablando estos días pasados sobre las incertidumbres que rodean a Iberia y resto de compañías aéreas del grupo IAG. Y menos protagonismo ha tenido la situación de AENA, aunque ella también está en el punto de mira y en el centro de la atención de inversores y banqueros de negocios. Y todo porque hasta que no quede claro cómo se producirá el Brexit, nadie sabe a qué estrategia le convendrá acogerse.
Los mercados, salvo excepciones puntuales, continuamente elevan y bajan las cotizaciones bursátiles. La de AENA no goza, ahora, de niveles tan buenos como los que había alcanzado. Desde hace unas cuantas semanas cotiza bastante por debajo de su máximo de hace un año y medio. Y otro dato: mientras que en la primera quincena de mayo de 2018 la acción estaba a 179 euros, el pasado viernes día 11 de este mes de enero cerró a 139. Una pérdida de valor muy importante.
Lo cierto es que AENA había seguido una trayectoria al alza, con pequeños altibajos -como sucede con cualquier otro valor-, pero desde hace bastantes meses se encuentra en una especie de meseta. Y muchos desean que se mantenga, como mal menor, no sea cosa que descienda. Que AENA merece la atención de los inversores lo avala un sesudo y voluminoso informe del banco suizo UBS que recoge opiniones de varios centenares de analistas y observadores que mostraron su preocupación sobre las posibles y probables consecuencias del Brexit para el ya citado grupo IAG, para la aerolínea Ryanair y para AENA.
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Por eso maniobrará para que sea aceptado cualquier FRAUDE a los tratados europeos por parte de IAG y que TODO SIGA IGUAL, aunque Iberia no sea desde hace años una empresa española.
¿Acaso a AENA le importa que en sus aeropuertos se incumpla la legislación social por parte de las concesionarias de handling, siendo esta una condición para el mantenimiento de tal concesión?
¿le importa el régimen de descansos de quienes manejan maquinaria o elaboran documentación crítica?
¿Hace algo para enterarse? NO QUIERE SABER NADA NI QUE LE DIGAN NADA.
AENA hoy en día es una empresa pública de la que viven muy bien sus directivos, amortizando puestos de trabajo de calidad y sustituyéndolos por otros mucho más precarios. Una empresa hostíl a las cías aéreas pero que las necesita para su propia existencia. La Madrastra mala que no puede vivir sin sus odiados hijos.