El Gobierno se parte por la tasa de 20 euros en billetes aéreos

Mientras la ministra de la caja pública, María Jesús Montero, además de ínclita portavoz del conglomerado gubernamental, intenta poner sordina a los desvaríos de sus colegas Teresa Ribera (Transición Ecológica) y Salvador Illa (Sanidad) para paralizar la tasa de 20 euros en los billetes de avión.

En efecto. Ya puestos en harina, con un gasto público por cuenta corriente absolutamente desbocado, metamos la cuchara en las actividades esenciales para un inmenso porcentaje de la sociedad. Como no han gestionado jamás ni una mercería se creen que todo el mundo es orégano y que el dinero a las empresas y los particulares les cae por la chimenea del salón.

Nadie en su sano juicio cuestiona la necesidad de ir en lucha para impedir el cambio climático. Nadie con uso de razón alberga duda alguna respecto a la necesidad de sacar petróleo (nunca mejor dicho) allá donde surja. Pero en este caso, la ministra Montero está en toda la razón –la secunda en este propósito la vicepresidenta económica Calviño– porque ambas saben la fragilidad de la economía española donde millones de pequeñas y medianas empresas se empiezan a tambalear.

Poner 20 euros de tasa a cualquier billete aéreo es tal despropósito que estoy seguro que el consejo de ministros (22 ministros, más el presidente del Ejecutivo) nunca dará luz verde a tamaño dislate en la preparación de los Presupuestos Generales. Si se llegara a aplicar el nuevo impuesto, podríamos tener que esa tasa fuera, en determinados casos, mayor que el coste del trayecto aéreo.

Lo sustancial en el caso que nos ocupa para los lectores de este periódico es que afectaría de plano al sector turístico, que tal y como están las cosas, empieza a estar rodeado de circunstancias adversas por todos los lados.

Esto es, vendría una brutal subida de impuestos en el peor momento. El coronavirus está paralizando muchísima actividad; la sicosis respecto a la pandemia está dejando vacíos los aviones, las plazas hoteleras, los restaurantes y el resto de la actividad de ocio que supone el turismo en sí mismo. Sólo le faltaría a las arcas españolas –cada vez con más déficit y con más agujeros– que añadiera el Gobierno un nuevo impedimento para evitar cierres y dificultades a muchísimas empresas del sector.

Tengo para mí –con alguna información directa de altas fuentes monclovitas– que esta partida la ganarán las ministras Montero y Calviño. La ministra Ribera y el ministro Illa están a otra cosa. Cuando se tiene en las manos la responsabilidad de gobernar un país lo primero que debe exigirse es un mínimo de conocimiento y de sentido común.

Una tasa de 20 euros –además de discriminatoria y poco igualitaria– es un mazazo en el cogote desarbolado de una industria que todavía mantiene la marca España y sostiene el 11 por ciento del Producto Interior Bruto.

Ese sentido común y una miaja de responsabilidad –si la hubiera– les podría llevar a concluir que en lugar de gastar a troche y moche no les vendría a esos señores gubernamentales, desaforados en el gasto por cuenta corriente, aplicarse un poco, no mucho, de austeridad.

Para que lo que hacen en el día a día se justifique mínimamente con la prédica a la que nos tienen acostumbrados.