Observo en Preferente que se busca a los más de doscientos pasajeros –imagino que a los tripulantes del avión ya los han localizado– que acompañaron a una viajera entre Europa y Guayaquil, en Ecuador, porque podrían estar contaminados con el famoso virus.
El mismo día, en Mallorca, la consejera de Salud comparece ante los medios para decir que ha dado positivo una mujer que había estado días antes en Italia. Los periodistas le preguntan si hay que tomar medidas con aquellas personas que estuvieron con ella, imagino que, por ejemplo las que viajaron con ellas en el mismo avión, y la consejera dijo que no hace falta, que la mujer tiene síntomas muy débiles.
A ver si me aclaro: este virus nos está tomando el pelo: cuando le apetece se pone duro, cuando no, blando. En unos países no contagia, por más que viajemos en el mismo avión; en otros hay que encerrar la gente en un hotel o perseguirla donde se hallen, que son un peligro.
La diferencia de criterios entre las diferentes autoridades es tan brutal, absurda, inexplicable, que todo esto va adquiriendo dimensiones de opera bufa.
Si un virus es un virus, da igual qué síntomas da a un paciente. En otro, contagiado a través de ese que no tenía casi síntomas, puede ser letal; si tarda días en desarrollarse, todos los viajeros deberían estar en peligro.
¿En peligro? Bueno, en peligro de tener una gripe, porque hay autoridades que han minimizado tanto esta enfermedad, que prácticamente no le dan importancia. Aunque, para no tener importancia, está haciendo un desastre con la economía, el transporte y el turismo. Y todo por una gripe.
Completamente de acuerdo. No hay criterio. De todas formas, el mundo ya hace tiempo que se va a la mierda. Y no por los virus, precisamente.