Escribo este artículo en medio de la “revolución feminista” que el pasado día 8 de marzo recorrió el país desde Finisterre al Cabo de Gata. Nadie en su sano juicio, hoy, pone en cuestión algo elemental: la igualdad entre el hombre y la mujer, la mujer y el hombre.
Voy a decir lo que pienso, no con orejeras, ni argumentos talibanes y mucho menos al pairo de lo que se decrete dentro de lo “políticamente correcto”, sino lo que ha sido y es mi experiencia vital y profesional.
Vengo de un “matriarcado” muy acentuado en la tierra castellana y, por tanto, no me reconozco en el machismo/patriarcal al que tanto hace referencia. Insisto: la igualdad entre sexos es algo que debe recogerse en las leyes pero eso no es suficiente. La legalidad tiene que compadecerse necesariamente con la realidad. Porque al final, hay prédicas muy “estentóreas” que no se trasladan necesariamente a hábitos personales y comportamientos sociales. Todos conocemos ejemplos a gogó.
Bien. Escrito lo anterior nos encontramos en el Sector Turístico español, y en sus diferentes subsectores, como una realidad precisamente nada halagüeña en el tema que nos ocupa. Francamente, nunca entenderé ni la brecha salarial, ni la ausencia de igualdad de oportunidades que todos los estudios dicen que existe. Según un estudio de la Organización Mundial del Turismo de hace unos años la brecha salarial general entre lo que percibe un empleado del sector y una empleada ronda un 24 por ciento, lo cual es una cantidad considerable.
Precisamente, el Turismo es una actividad que emplea más mujeres que hombres, especialmente en las agencias de viajes donde el avance, pese a todo, ha sido muy considerable porque las mujeres, además de ejecutivas, son también accionistas. La suma es aún mayor en el sector hostelería y tampoco se me antoja el por qué. Aquí, según estudios relativamente creíbles, los salarios brutos anuales de hasta 24.000 euros corresponden a mujeres y de esa cantidad hacia arriba a hombres. He oído estos días a empresarios perorar a favor de la igualdad a todos los niveles; pero tras el discurso público luego hacen todo lo contrario.
En la aviación comercial (el 3,7 por ciento son mujeres a nivel mundial) la brecha disminuye, si bien hay muy pocas comandantes. También es verdad que el hecho de que se entreguen los mandos de una aeronave a una mujer ha dejado de ser noticia como ocurría antaño. Algo es algo. Se avanza, por tanto. En todo esto hay mucho también de “percepción”, incluso “ad hominem”. En este sentido, un 67 por ciento de las empleadas del Sector Turístico en España dice sentirse en discriminación. Es un porcentaje altísimo.
RENTABILIDAD
Soy optimista y en modo alguno comparto aquel estudio de Ghesta según el cual hacen faltan 70 años para alcanzar la igualdad total en puestos y en salarios. En todos los muchos medios de comunicación en los que he trabajado a lo largo ya de mi extensa carrera, las redactoras cobraban –y cobran- exactamente lo mismo que los redactores. Si se nota, por el contrario, que esta igualdad se encuentra más en las empresas públicas que en las privadas. Todo hay que decirlo.
Imagino que ello tenga que ver con el parámetro de la llamada “rentabilidad”. Pero tampoco entenderé nunca –salvo casos excepciones que vendría a confirmar la regla general-por qué una mujer tiene que ser menos “rentable” que un hombre.
Al calor de las manifestaciones feministas de estos días sostengo que toda exageración conduce necesariamente a la irrelevancia. La igualdad laboral y social entre sexos es demasiado importante para quedar en la irrelevancia.
De modo y manera, que nuestro Sector se apuntaría un gran tanto si diera pruebas de que esa barrera desaparece definitivamente. Antes que nada por justicia; en segundo término por “rentabilidad”. La primera industria nacional tiene que dar ejemplo y situarse en vanguardia del signo de los tiempos. Todo ello, tanto en hombres como en mujeres, sobre la base del talento, la preparación, la honradez y la entrega al trabajo.
Habrá que pasar ya de la prédica al reparto del grano.
Digo.
No puedo hablar ni de nuestro sector en particular ni de todo el mercado laboral en general, porque carezco de los datos para hacerlo. Únicamente puedo hablar de lo que ocurre en mi empresa. Y lo que ocurre es que no existe diferencia salarial entre hombres y mujeres que hacen el mismo trabajo. Y es así porque, entre otras cosas, sería ilegal (ya existen leyes que garantizan esta igualdad). En la Dirección y en los cargos medios, las mujeres son mayoría.
Entonces, ¿dónde está la desigualdad y la discriminación? ¿Dónde la brecha salarial? Pues, en mi opinión, llega con las reducciones de jornada que vienen con los hijos y que, de forma apabullante, se toman las mujeres, y que suponen una importante merma salarial. Y los problemas añadidos que conllevan esas reducciones de jornada, en forma de limitaciones en los ascensos, por ejemplo. Nos preocupamos todos los el futuro de las pensiones, y olvidamos que éste pasa necesariamente porque tengamos más hijos, algo sumamente difícil cuando lo único que se hace es poner impedimentos y estigmatizar a las mujeres (y a los pocos hombres que, por ejemplo, piden reducción de jornada). Mientras se siga preguntando a las mujeres si piensan quedarse embarazadas (algo que jamás se pregunta a un hombre), pensando que ese es un problema en lugar de una solución, poco se avanzará para la plena equiparación.