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opinión

Hoteleros y Juan Carlos I: el ruido del silencio es ensordecedor

El Rey que trajo la democracia a España, que fue el pilar de la ejemplar Transición, que puso firme a los que tomaron el Congreso pistola en mano, era una figura mundialmente reconocida


Las grandes fortunas hoteleras de Baleares—a los notables se le sumaron algunos medianos—y tres poderosos personajes de las Islas—un empresario periodístico al que nadie le rechistaba, un bancario mallorquín representante de la oligarquía catalana y el industrial más fuerte—le compraron a los Reyes de España a finales de los 90 un nuevo yate porque “el barco de la familia real daba pena“.

Los hoteleros, la clase empresarial, el entonces aún pujante Fomento del Turismo, la sociedad balear y ni qué decir tiene que los políticos vieron bien la idea de dicha compra, pues consideraban que la promoción de Baleares en el exterior de los ilustres visitantes era impagable. Ningún partido de izquierda se quejó y el comunista, además, era muchísimo más moderado que el de ahora.

La recaudación del dinero se hizo en un santiamén y la adquisición se llevó a cabo también en un tiempo récord y de acuerdo con la ley. Para ello se tuvo que poner en marcha una Fundación que fue presidida en primera instancia y por unanimidad por la hoy viuda de Pablo Piñero, la siempre señorial Isabel García. Los Reyes estaban considerados como los grandes embajadores de Mallorca y de España.

El desfile de personalidades por el yate,  el Palacio de Marivent y el de la Almudaina,fue enorme e incesante a los largo de esos años dorados de la monarquía española: reyes de distintos países europeos, presidentes de potencias mundiales, las más variadas personalidades, reuniones al más alto nivel, consejos de ministros, visitas de los mediáticos principies de Gales, las regatas del Club Náutico...

El Rey que trajo la democracia a España, que fue el pilar de la ejemplar Transición, que puso firmes a los que tomaron el Congreso pistola en mano, era una figura mundialmente reconocida y muy querida en España. Hasta la Mallorca profunda, la de la “part forana “de pageses incrédulos y manfutistas, aplaudía a unos Reyes cercanos y alegres. Una familia real que salía en las portadas de los medios de todo el mundo.

Hoy esa familia está quebrada, con un Rey padre en el destierro por una muy mala gestión de su vida personal. Antes de la debacle real, el barco pasó a mejor (o peor) vida e incluso con peleas de sus impulsores. Que cada cual juzgue los acontecimientos protagonizados por el Rey Juan Carlos, pero que nadie ponga en tela de juicio lo mucho que hizo por nuestro país y por el turismo balear y español.

Un periodista muy afamado, académico y de los pocos de la profesión que defiende la monarquía a sangre y fuego, Luis Maria Ansón, se quejaba hace unos días en El Mundo de todos los que callan en estos días “ horribilis “de don Juan Carlos. Entre ellos están los hoteleros que con criterio decidieron en su día comprarle el barco, reunirse a manteles con él y disfrutar con sus ocurrencias y buen hacer.

El silencio de esos hoteleros es tan ruidoso—ensordecedor— que produce fortísimos dolores en los oídos de aquellos que no se dejan llevar por los cantos de los que sólo miran en una dirección única, de los implacables demagogos que buscan la desunión para la destrucción y de los rencorosos que malinterpretan y tergiversan la historia. 


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