Incertidumbres (graves) acerca de la bonanza turística española

Lo primero que hay que escribir, y escribo, es que al iniciarse el mes de marzo 2018 el turismo español (globalmente considerado) ofrece datos contradictorios y especialmente inciertos.

Ya durante el mes de diciembre de 2017, los ingresos por turismo extranjero que venían batiendo récords absolutos mes tras mes detectaron una bajada del 1, 7 por ciento en relación con el noviembre anterior y dentro del mismo ejercicio.

Se encendía un pequeño botón rojo en medio de la gran orgía nacional por los 82 millones de visitantes extranjeros que habían preferido España por encima de cualquier otro destino.

Otro dato: el turismo de ventas también pierde fuelle.

Dicen los expertos que tres son las causas de ese pequeño tropiezo. La pérdida de poder adquisitivo por parte de los turistas británicos (Brexit); en segundo lugar, la situación política/social en Cataluña (no hay que olvidar que hasta la fecha ese territorio autónomo lideraba el ránking de comunidades en cuanto a número de visitantes) y, por último, la relativa recuperación de los principales competidores en el área mediterránea. ¡Ojo al dato!

Pero dentro de ese contexto aparece de nuevo la contradicción. En el pasado mes de enero 2018 España volvía a batir otro récord: un 5,2% más de turistas en el primer mes de un año. Y si han venido un porcentaje mayor se supone que el gasto es también mayor.

Creo que, en cualquier caso, estamos en el buen camino. Ello no quiere decir que no haya que afilar los productos, olvidarse de la competencia, y estar atentos en lo que el resto de los competidores son mejores. Sobre todo, que el sector privado y el impulso público (básicamente en apuntalar “marcas”) deben profundizar en las sinergias y en el aprovechamiento de los recursos. Afortunadamente, las cuatro administraciones que pagamos se han percatado ya que el turismo es la gran industria que nos ampara. En muchos lugares, la única, verbigracia, Canarias o Andalucía.

No es una buena noticia para los intereses turísticos nacionales el hecho, por ejemplo, de que los touroperadores alemanes promocionen los destinos de larga distancia como los países asiáticos o norteafricanos. Alemania es el gran cliente en la vieja Europa, sobre todo, cuando el Reino Unido debate contra su futuro.

La implantación de las llamadas “Nuevas Tecnologías” es uno de los perfiles más nítidos y el principal reto al que se enfrenta el turismo español. Prueba de ello es que empiezan a enseñar el hocico entre los grandes grupos turísticos de nuestro país (por facturación y por beneficio) aquellos que han implantado en el día a día la utilización de las nuevas formas de comprar productos finales e intermedios.

Estamos viendo y comprobando precisamente estos días cómo antiguos ejecutivos de grandes grupos consolidados abandonan esas casas para montar dispositivos turísticos en base a las nuevas tecnologías. Todo ello con éxito inicial.

EL TURISMO INTERIOR

Visto en perspectiva y a ojo de pájaro la gran asignatura pendiente del turismo en España es la ruptura de una vez por todas entre el turismo de playa (sol) y el turismo interior (cultural, enoturismo, gastronómico, etc…)

Se están dando pasos de importancia, por vez primera en la Meseta española, pero falta poner la guinda al pastel. Porque hay tarta. Los medios de comunicación juegan aquí un rol sustancial. Provincias como León, Zamora, Rioja, Burgos, Cáceres están poniendo las bases para que en unos años podamos hablar del “otro turismo”. Turismo más caro si se quiere pero de gran envergadura en su empeño. Estoy pensando, básicamente, en el potencial turismo europeo, sí, pero no me olvido del doméstico. El Imserso –que será cada vez más amplio teniendo en cuenta los diez millones de jubilados que campan por España- puso la primera piedra con gran éxito pero es necesario que la iniciativa privada tome cartas en el asunto. No es entendible que millones de españoles se vayan al otro mundo sin haber conocido su propio país. Ahora es posible.