Sin alharacas mediáticas, a la chita callando, trabajando como hormigas, muy al estilo del progenitor, Carmen y Luis Riu han conformado la compañía hotelera más solvente de las españolas y sin duda la principal de las vacacionales en cuanto a rendimiento económico.
Ahora están echando el resto en la hotelería urbana, algo impensable hasta hace bien poco e inimaginable a finales de los setenta cuando el empresario catalán y alma mater de cadena manifestó por aquel entonces que ni siquiera contemplaban salir de la Playa de Palma.
A Luis Riu, que creó escuela de profesionales y marca en su época dorada, entre mediados de los ochenta y mediados de los noventa, se le preguntó por si algún día daría el salto a la Península y dijo, y lo hizo sinceramente, que ni se planteaban ir al norte de la Isla.
Pero la expansión a la Península y Canarias era inevitable y más de la mano del exigente socio alemán, el gigante europeo Tui, necesitado de hoteles, y hoteles de calidad media-alta, en los principales destinos turísticos de España y del Caribe, incluido el anglosajón.
Carmen en las finanzas y Luis en la construcción, con un gran equipo comercial (Moreno) y de expansión detrás (Graven), perfilaron a la muerte del padre un tipo de cadena del agrado de la mayoría de los turistas de perfil medio, el ansiado por cualquier empresario.
Ahora han decidido crecer en la hotelería urbana y lo han hecho a lo grande, apostando por valores seguros como Nueva York, tal como adelantó preferente.com, al igual que el de Berlín, donde el establecimiento lo tendrán listo el próximo año, sin olvidar las capitales de Reino Unido y Francia.
El primer director comercial que tuvo Riu se mesa los cabellos cuando ve hacia dónde camina la cadena de la que él formó parte y de la que nunca pudo imaginar que llegaría tan lejos, con 300 millones de euros de beneficios en su último balance, la más rentable de las de nuestro país.
Los Riu no hacen ruido, son discretos y unas hormiguitas que si se tienen que encerrar varios días en el hotel de un competidor para ver cómo funcionan lo hacen sin pudor, fotografiándolo de arriba abajo, y construyen hoteles con estilo propio y a veces por encima de las camas previstas.
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