Las patronales dan por hecho que ese hipotético impuesto repercutirá en el bolsillo de los clientes, muy sensibles al precio sobre todo tras el auge de las aerolíneas low cost . “Cualquier tasa, por pequeña que sea, tiene una gran trascendencia sobre la demanda” y puede desplazar el turismo hacia otros países que no estén obligados a asumir esa tasa, advierte Zoreda.
O pagan todos o no paga ninguno. Pero aplicar una tasa verde solo en la Unión Europea “puede generar una distorsión comparativa muy importante”, indica el presidente de ALA, Javier Gándara. En su lugar, el también director general de EasyJet en España aboga por desarrollar las iniciativas existentes (como el plan internacional acordado con la ONU para reducir las emisiones contaminantes, Corsia) y poner en valor los “grandes esfuerzos de innovación” de la industria aérea en biocombustible, diseño de aviones eléctricos, etc.
No obstante, el proyecto de tasa verde va para largo y puede quedar guardado en un cajón. Ya se ha colado en la reunión de ministros de Medio Ambiente de la UE en Bruselas a propuesta de Bélgica, pero deberá contar con el voto favorable de la mayoría de países miembros (55%) en caso de que se inste a la Comisión Europea a iniciar un proceso legislativo, según El Confidencial. La falta de tiempo tampoco ayuda, pues la legislatura está a punto de agotarse.
La ministra de Medio Ambiente, Teresa Ribera, ha dicho este martes en Bruselas que ve interesante la propuesta de Bélgica de crear un “euroimpuesto” a las aerolíneas en contrapartida por la contaminación que generan.
Impresentable que la ministra torpedee la primera industria nacional (quiero decir el turismo, por si ella no se ha dado cuenta de qué estamos hablando).