Todo el mundo sabe que la Organización Mundial del Turismo (OMT) no sirve para nada, pero pocos la abandonan, por razones de imagen y prestigio. Uno de los que sí se marchó con un portazo es Estados Unidos, cuyo actual presidente es un fan del abandono de las organizaciones internacionales. Trump ha dejado el acuerdo del Clima de París, el acuerdo nuclear de Irán, la alianza del Pacífico y la Unesco, aunque la salida de la OMT no es obra suya.
Sin embargo, de forma sorprendente, la semana pasada, según informa la publicación especializada americana Skift, un asistente del secretario de Estado se reunió con la dirección de la OMT en Madrid para plantear el regreso de Estados Unidos a este organismo cuya sede está en la capital de España. Los americanos participaron de manera igualmente inesperada en la cumbre de la OMT en Bakú, la capital de Azeibaijan donde anunciaron la intención de renegociar la presencia en el organismo de Naciones Unidas.
Por si usted está atribuyendo ya todo esta mala relación a Trump, debe saber que la decisión de abandonar la Organización Mundial del Turismo la adoptó Bill Clinton y que paradójicamente podría darse el caso de que fuera Trump quien ordenara el retorno.
El gobierno americano, puesto a no creer en todo esto, ni siquiera defiende la necesidad de las políticas turísticas que, dice, se deben llevar a cabo directamente por la iniciativa privada sin participación pública.
La OMT es, como todas las organizaciones de Naciones Unidas, una entidad puramente política, donde los acuerdos son el resultado de un juego de poderes más que el final de un análisis sosegado. Por eso, la OMT criticó varias veces a Estados Unidos por sus políticas hacia Cuba y, especialmente, las limitaciones a los viajes a pasajeros procedentes de países de influencia o cultura islámica.
Skift ha confirmado la reunión, pero no ha podido obtener más información.
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