Un mar en calma y un pulmón para el turismo: el Caribe

Por supuesto, el mundo hoy no quiere ni oír hablar de China ni de sus batallas sanitarias. Ni de Italia, con sus escuelas y universidades cerradas, que ya es decir. Con un pequeño retraso, pronto podremos decir lo mismo de Europa, que avanza a menos velocidad que Italia pero por el mismo rumbo hacia el vacío (El Caribe esquiva la psicosis mundial del coronavirus). 

¿Qué nos queda para las vacaciones? Probablemente porque no han llegado turistas contaminados, tal vez porque se adoptaron medidas cautelares suficientes, quizás por pura suerte, siempre necesaria cuando de males de este tipo se trata, la cuestión es que de todo el marasmo sanitario-mediático-económico que está viviendo hoy el mundo, muy especialmente Europa, se salva el Caribe. 

Se hace raro pensar que pueda haber un país cuyos hospitales no estén saturados, cuyos ciudadanos no estén obsesionados con no contaminarse, cuyos medios de comunicación hablen de otras cosas que no sean enfermedades. Pero en el Caribe, en Cancún, en Dominicana, en Cuba, en Jamaica, o en cualquiera de la mini islas que salpican el mar de las Antillas, no se sabe bien qué es eso del Coronavirus. O no se vive, porque no ha llegado. 

Esto es excepcional para todos, pero lo es también para el turismo español que tiene en este lugar un pulmón excepcional. Cierto que también allí se nota una caída de la demanda, pero nada que ver con lo que ocurre en Europa, en las zonas más calientes. Todos habrán visto que del Caribe no llegan noticias preocupantes, o no suficientemente preocupantes como para distraernos de lo que está azotando Europa.

Esto, sin ser motivo para alegrarse, permite hacer pensar que el conjunto del sector turístico español puede encontrar hoy algún motivo para pensar que las cosas se mantienen. El otro, por supuesto, es que si esta epidemia tenía que ocurrir, el momento no ha sido el peor. Tres meses más tarde y el destrozo a la economía española sería para echarse a llorar.