Mientras el Gobierno se parapeta tras cifras de récord para el verano en curso 2019, otros medios privados e institucionales alertan de que estos meses veraniegos pueden avanzar una cierta crisis de visitantes extranjeros a España como preludio de lo que pudiera ocurrir en los próximos ejercicios.
El hecho, según ha informado este diario, de que el turismo alemán en una gran proporción haya decidido pasar sus vacaciones dentro de los límites de Alemania, sería una de las razones. Y otra, la menor oferta aérea para volar a bajo coste desde otros lugares de procedencia de la Unión Europea.
Junto a ello, las grandes cadenas hoteleras se preparan –según tienen manifestado– para capear estos meses del estío “como mejor podamos”. Ello es sinónimo de que los antiguos arados de la abundancia empiezan a trastocarse en lanzas. No son noticias, precisamente, para hacer feliz a cualquier ciudadano responsable de este país, salvo aquellos que ven el flujo turístico como una pandemia.
Hay importantes hombres del sector en España que consideran, desde hace mucho tiempo, que España tiene entre 3 y 4 millones de turistas “prestados”. Y que ese préstamo está venciendo ya. Tendremos que confirmar, en efecto, los augurios más pesimistas respecto a que el 2019 será un verano malo para el número de visitantes. No se pueden adelantar acontecimientos porque cualquier hecho, por nimio que sea, suele agitar el vaivén de los millones de europeos que quieren pasar su descanso vacacional en paz y en seguridad. Todavía nuestro país es una garantía al respecto.
Si se confirmara que el “préstamo” empieza a vencer, harían bien las autoridades, por un lado, y los agentes turísticos por otro, en ponerse a diseñar una nueva estrategia para relanzar la que todavía continúa siendo la primera industria nacional. No parece, en este sentido, que el Gobierno (bien es verdad que en funciones) haga algo al respecto. Es decir, que no hace absolutamente nada.
Suele considerarse como un hecho irrefutable, que los hoteleros y demás agentes que tienen que ver con la industria turística se parecen en demasía a los agricultores, esto es, que se quejan hasta el paroxismo. Pero lo que hemos visto en los últimos años es que suelen quejarse con alguna verdad y con determinados argumentos objetivos. Y si ahora lanzan señales de alarma por algo será. Todo parece indicar que hay una conjunción de elementos comenzando por el más principal.
Los principales países de Europa que tradicionalmente nos mandaban sus veraneantes están gripados en sus economías. Desde la otrora poderosa Alemania, pasando por Francia y desde luego el Reino Unido. Los agentes aéreos no son bobos. Si hace algunos ejercicios y temporadas llenaban sus aviones con destino a España y ahora reducen vuelos y frecuencias ello sólo puede significar que no los llenan o que la oferta es superior a la demanda.
Definitivamente, ojo que puede venir el lobo. En este contexto, no se puede echar en saco roto que la terrible crisis económica/laboral que padeció España desde el año 2008 hasta el 2013 –cuyos efectos todavía no han sido paliados en toda su extensión– se pudo aguantar fundamentalmente porque el sector turístico acudió en socorro de toda la economía nacional. Ojalá que en esta ocasión ante la desaceleración que ya se puede describir no se necesite ese aporte. Porque quizá y desgraciadamente no se pueda ya firmar ningún cheque.
Y venga obsesionarse con las cifras, lo que hay que mejorar es que vengan menos y gasten más. Y volver a obtener turismo prestado, que Egypyo ya empieza a flaquear, la inseguridad vuelve..