Verdú, la pesadilla de un bancario que estimuló a Air Europa

Francisco Verdú era un bancario muy conocido en el sector turístico español mucho antes de que llegase a la cúpula ejecutiva de Bankia. Su currículo profesional previo a la llamada de Rato había sido magnífico. Verdú procedía de la vicepresidencia de Banca March cuando fue nombrado consejero delegado de las cajas fusionadas. Antes había desempeñado puestos relevantes en Argentaria y BBV. Una trayectoria profesional la suya, pués, jalonada de éxitos.

Ejerciendo precisamente de delegado del Banco Vizcaya en Baleares— rondaría los 30 años— es cuando inicia su andadura en la actividad turística. Las dos entidades vascas más relevantes de entonces, BB y BV, al igual que el Crédito Balear, decidieron en 1986 apoyar financieramente a Air Europa. También lo hicieron societariamente como “pantallas” para sortear una ley que no permitía a las empresas extranjeras el control accionarial mayoritario de una sociedad española. Air Europa estaba en manos de la británica ILG.

Pero la apuesta total de Verdú por el Sector tuvo lugar en su etapa como máximo ejecutivo de la Banca March. Desde la vicepresidencia de la entidad mallorquina puso en marcha un plan de estímulo a la actividad turística vacacional que abarcó los principales destinos de España. Abrieron oficinas de Gerona a Huelva en la Península y un sinfin de sucursales en todas las Islas Canarias, ademas de las ya implantadas en los municipios costeros de Baleares.

Francisco Verdú vivió el nacimiento de Air Europa a través de la sociedad Air España y llegó a formar parte de su “sui generis “consejo de administración español. Juan José Hidalgo, entonces proveedor de la modesta aerolínea con Halcón y ABS, ni había aterrizado en la aerolínea ni tenía intenciones de hacerlo. Fue Verdú un actor pasivo, pero no indolente, en el impulso de la compañía aérea y un agente muy activo en el desarrollo de la empresa turística mediana y pequeña de nuestro país.

La llegada del bancario alicantino a Bankia fue considerada por todo su entorno como un gran triunfo. Pero esa coronación a una trayectoria cimera acabaría convirtiéndose en un calvario por los avatares de la nauseabunda política, que pudre todo lo que toca y en especial si huele a dinero. Verdú vivió durante estos últimos años una horrible pesadilla social y mediática por una causa en la que ni tuvo ni arte ni parte. Y además, fue de los pocos que renunció al uso la tarjeta black.

En los días negros en los que su nombre aparecía como implicado en el caso Bankia, la revista Preferente fue un de los pocos medios que salió en su defensa, si es que algún otro llegó a hacerlo. En la sección Overbooking está escrito que Verdú fue un ejecutivo ejemplar. Y lo hicimos porque sabíamos de su integridad y hombría de bien tras haber vivido con él una cascada de foros, ferias, almuerzos y viajes profesionales, así como momentos personales inolvidables con el común amigo “el chancioner”.

Grandes empresarios de Inca y del levante mallorquín, así como otros que nunca dudaron de su honradez, están muy contentos por la absolución judicial. Nosotros nos sumamos a esa alegría porque Francisco Verdú siempre fue un profesional íntegro y porque nos apoyó en todo momento. Este bancario por necesidad — la poesía era, es y será su auténtica pasión— es un buen tipo que nunca debió padecer la pena del telediario de la España cainita.