Formentera podría ser el siguiente destino -después de Barcelona y Canarias- que limite la entrada de turistas. Las autoridades de la Isla están sopesando la imposición de una tasa disuasoria para la entrada y desembarco de vehículos a motor con lo que se evitaría así la llegada masiva de visitantes.
Para poner en marcha dicho impuesto hará falta una legislación específica, según el presidente del Consell de Formentera, Jaume Ferrer, que busca “un modelo de isla sostenible y de futuro”. Y es que la población de esta perla del mediterráneo se multiplica por cuatro en época estival.
“Formentera cultiva la semilla del peligro, la isla puede morir víctima de su éxito por la masificación de turistas”, apunta a El País, Ramon Laffargue, experto en Antropología Social y colaborador de la Unesco. “Mucha gente y mucho ruido. Lo que pasa se veía venir: el territorio es muy escaso y los recurso nos pueden dar más de sí en verano”, sentencia.
Los visitantes sin embargo no sienten esa sensación de colapso y tampoco quienes viven del turismo. “Todos los de Formentera vivimos, trabajamos y dependemos del turismo. Todo el mundo, en tres meses, ingresa para todo el año”, explica al citado el propietario de un chiringuito de la playa de Illetes.
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