La corte de políticos de todo el mundo que componen la imponente estructura burocrática que es la Organización Mundial del Turismo (OMT) se ha desplazado a la ciudad iraní de Hamadan para celebrar su 40ª conferencia anual. Entre los asistentes a la cumbre de la que no se espera, como es habitual, ninguna conclusión relevante, está el secretario general, el georgiano Zurab Pololikashvili, y el vicepresidente iraní y ministro para las artes, el patrimonio y el turismo, Ali-Asghar Mounesan.
Además de estos dos altos cargos, asisten al evento otros 80 directivos de la OMT representantes de otros 30 países. Como sucede habitualmente, en la reunión se debatirán los mismos temas: el patrimonio, la innovación y la tecnología, sin que ningún agente realmente interesado le preste atención y sin que se vaya a aportar nada que no se conociera antes.
La OMT es uno de los incontables organismos de las Naciones Unidas para áreas concretas de la vida política y social. Dado que el turismo tiene promotores privados, estas organizaciones a duras penas logran periódicos acuerdos para proponer algunas directrices de escasa importancia. Su sede permanente se encuentra en Madrid.
La OMT tiene 557 socios, entre los que hay 16 de Irán, país que pretende abrirse al mundo turístico. La ciudad de Hamadan tiene una variedad importante de atractivos turísticos que harán disfrutar a los burócratas que han acudido al congreso. Entre otras está la tumba de Avicena, el filósofo; la de Baba Tahir, la montaña histórica de Ecbatana, el Dome de Alavian entre otras maravillas arquitectónicas.
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