La pandemia global que recorre el mundo y que se conoce como "coronavirus" está afectando de una manera muy directa al turismo mundial que necesariamente tendrá también su impacto en España.
De hecho, ya lo está teniendo. Y se nota. Ello viene a demostrar lo que tantas veces hemos explicitado respecto a la vulnerabilidad del sector donde cualquier mal viento te lleva por delante. La pandemia, afortunadamente y por el momento, afecta de modo muy tangencial a nuestro país, pero nadie está a salvo de un virus tan peligroso y tan mutante como están afirmando los científicos más reputados. Otra cosa es el sensacionalismo y el vértigo inevitables en estos casos adobados por la globalización y la inmediatez informativa.
El turismo, lo hemos repetido hasta la saciedad, es la gran industria del siglo XXI. Un logro, una conquista del hombre, que, además de la creación de riqueza, supone además un plus en el conocimiento de culturas distintas que, desde ese conocimiento, facilita la convivencia y la armonía entre los pueblos. Pero es, a la vez, algo tan sensible a los hechos, incluso a los hechos “fake”, a las noticias exageradas, que los profesionales de la cosa y las autoridades deberían estar preparadas para hacer frente al leviatán.
Irónicamente, ha sido China el epicentro de la tragedia. Conozco algo aquel país inmenso –1.300 millones de seres humanos– y albergo dudas respecto a que se esté informando y contando a la población mundial y mucho menos a la propia lo que realmente está ocurriendo en el vasto país asiático.
China, pese al sistema autoritario que rige, es la segunda potencia económica mundial. A unos metros de alcanzar a Estados Unidos. Un país emisor de turismo, cuyos habitantes son objeto de deseo por naciones y empresas de todo el orbe. El cierre de fronteras, espacios aéreos, cancelación de cruceros, etc…van a golpear sustancialmente la cuenta de resultados de las grandes empresas y, por ende y extensión, también a las pequeñas. Su corolario fundamental, el empleo, lo sentirá pronto.
Estamos hablando de China con su enorme potencia económica. Aun así, están demandando ayuda por doquier y cuyos dirigentes están asustados ante lo que les ha caído encima. Con su enorme potencial financiero y su disciplina social han sido capaces de montar hospitales a la velocidad del rayo, pero al final, han quedado expuestos a la intemperie.
¿Se imaginan por un momento que algo similar estuviera ocurriendo en España? Nos hubiéramos ido por el excusado en menos que canta un gallo. ¿Se imaginan que hubiera ocurrido con la primera industria nacional que es el turismo? Si unas riadas han puesto en cuarentena los servicios turísticos en algunas de nuestras costas –Levante, Cataluña, Andalucía– no quiero siquiera pensar el cataclismo económico que nos hubiera inundado.
Lo que está ocurriendo en China no es baladí y tiene una lectura doméstica propia. El mundo es un pequeño tapete globalizado y algunos andan empeñados en practicar sus particulares vuelos gallináceos. ¿Hace falta dar nombres?
Y en segundo lugar, prevenir es mejor que lamentar. Tenemos potencial suficiente –profesional, económico– como para evitar que la herida –no necesariamente en forma de virus– se produzca.
Totalmente de acuerdo!