Le llaman “la Suiza de Pakistán”. Malam Jabba es una estación de esquí, en el Valle Swat, en el Hindu Kush, que deslumbra por sus pistas. Los que entienden dicen que es una estación incomparable. Pero la experiencia a cualquier europeo hoy le resultaría muy llamativa. En 2006, los talibanes que tienen amplia presencia en la región, declararon que el esquí es antiislámico, contrario a la religión, por lo que entre 2007 y 2009 perpetraron una cadena de atentados contra la estación, la llegaron a tomar y conquistar, y la destrozaron. Después hubo una interminable guerra hasta el que el ejército la recuperó. Hoy, Malam Jabba ha reabierto, pero todo es nuevo.
Y también la vigilancia. Los controles militares son omnipresentes. Las armas están prohibidas. El alcohol también. Tras la reapertura, con nuevas instalaciones cuyos equipos han sido comprados en China, los esquiadores comienzan a volver al lugar, con cautelas. Sólo locales, porque los extranjeros aún no han superado el miedo que se vive en Pakistán.
Malam Jabba fue campo de batalla entre el ejército pakistaní y los insurgentes durante dos años. Tras la victoria del ejército, con la estación en ruinas, Samsons, una compañía privada, compró la estación que hasta entonces era del Estado y la reabrió en 2013. No parecía que aquel lugar, arrasado por las bombas, pudiera recuperar la normalidad, pero esto es lo que ha ocurrido.
Pakistán tiene 200 millones de habitantes y está relativamente aislado del mundo: sus relaciones con la India, el gran vecino, son malas; al norte Afganistán es un problema, y al oeste está Irán, que hasta hace nada estaba aislado del mundo por las sanciones económicas que le habían caído por parte de la comunidad internacional.
Por ello, el turismo interior es importante. Y el valle Swat se beneficia de ello. En Mingora, una ciudad vecina al Hindu Kush, donde los talibanes colgaban a quienes ellos tildaban de infieles, hoy se está construyendo un hotel de 13 pisos con 60 habitaciones y un zoo en miniatura.
El futuro del valle depende de la seguridad. Y de que los retrocesos de los talibanes se mantengan. Pese a ello, periódicamente Pakistán es víctima de oleadas de bombas. Nadie se libra de este riesgo, salvo el valle de Swat, al que sólo se puede llegar tras pasar muchos controles. Por eso, probablemente, el turismo en la zona está aumentando. Se habla de que durante el 2016 podrían haber habido hasta 700 mil visitantes, no sólo a la estación de esquí. Eso sí, ya no hay turismo extranjero.
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