La turismofobia nace del odio ancestral de algunos dirigentes políticos contra el Turismo, de los excesos cometidos por algunos hoteleros en el pasado, de la mala praxis de las autoridades a la hora de abordar el problema de la saturación de determinados centros urbanos y de las informaciones de varios medios que históricamente han tenido al Sector en su punto de mira. Ni más, ni menos.
Los actos vandálicos no tienen su origen en el turismo de masas que mueven los operadores europeos, tal como sostiene el presidente de la cadena AC, a quien en una boda le gusta hacer de novio, padrino, sacerdote, monaguillo y portador de las arras. Los TT.OO solo se han dedicado a transportar turistas que han generado bienestar social y riqueza a localidades que estaban sin desarrollar (Adeje, Calvia, Benidorm,etc).
El problema tiene su origen en la aversión que algunos dirigentes políticos de varios partidos han sentido siempre hacia la casta empresarial, a la que culpa de todos los males ambientales provocados por la ingente cantidad de turistas que nos visita. Dirigentes, básicamente de Baleares, que han inculcado desde hace lustros esos supuestos males en la Universidad, en escuelas y en los pueblos del interior.
Los destinatarios de las diatribas contra el Sector no han hecho nada por combatirlas, o han hecho tan poco que nadie las ha sentido, visto u oído. Los hoteleros y los empresarios turísticos han estado y están desde hace tiempo cruzados de brazos ante los zurriagazos enviados directa o sutilmente por los envidiosos, entre ellos algunos miembros de la decante nobleza de las Islas. Una pasividad que ha tenido un efecto boomerang.
Salvo contadas excepciones, la clase turística dominante de Baleares, que es la que controla el Sector en buena parte de España, no ha se mirado nunca en el espejo de los ricos catalanes que forjaron la burguesía promotora de los grandes centros culturales de Cataluña. Las fundaciones de Barceló, Iberostar, Meliá y algunas pocas más solo son un oasis en un páramo frondoso en el que abunda las buenas cosechas.
En el predio hotelero del país se han cometido, además, algunos abusos que han servido de coartada para los ataques de sus detractores y , por ende, para arremeter genéricamente contra el Turismo. Entre esos abusadores se halla el empresario que señala con el dedo a los turoperadores y que puso en la diana a colegas que hicieron lo mismo que él: externalizar el servicio de camareras de pisos. Es decir, Antonio Catalán.
Pero el problema de la turismofobia no la han generado los hoteleros, ni mucho menos los operadores--Catalán debiera tomar ejemplo de la Fundación Ambiental de la Tui--sino las autoridades que han consentido la libre actuación de las webs de alquileres de pisos turísticos. Portales como Airbnb que han campado a sus anchas a la hora de contratar plaza de alojamiento y que han soliviantado a miles de ciudadanos.
El presidente de AC nunca asimiló el papel de los turoperadores, sin el cual ni Escarrer, ni Matutes, ni Hidalgo, ni Riu, ni Fluxá, ni Barceló, ni Piñero y un largo etc, pero sobre todo los cinco últimos, estarían en lo más alto de la cima empresarial turística. Catalán sostiene que los operadores venden a 50 y 60 euros en las islas. No está al día: será en las Islas NPI. Y se olvida de los millones de turistas prestados. Por si fuera poco.
Sepa Catalán que la flota de aviones de los operadores es proporcionalmente ínfima en los aeropuertos de los dos archipiélagos, donde los que reparten el bacalao del tráfico aéreo son Ryanair, Easy Jet y Air Berlín. La culpa será de muchos, incluso de los que escriben con tanta inquina contra el Sector, y por darle un tono jocoso, del Chachachá, pero no lo es de Tui, Thomas Cook, Alltours, FTI, Alpitour,Travelplan, Soltour, etc, etc.
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