Turquía: el mayor hundimiento del sector turístico nunca antes visto

El listado de hechos violentos en las zonas turísticas de Turquía es interminable. Sin embargo, días después de las bombas, siempre ha habido una recuperación. No esta vez. Porque el terrorismo ahora no para. No acaba el lamento por un atentado cuando otro vuelve a sacudir al país, especialmente a Estambul, el mayor atractivo de Turquía.

Por ello, las cifras de la crisis turística son absolutamente increíbles: en 2015 Turquía tuvo 42 millones de turistas, pero en 2016 la cifra se derrumbó hasta sólo 12 millones. Los ingresos en divisas pasaron de los 30 mil millones de euros del 2015 a 9.5 mil millones este año. Una reducción de dos tercios que, por supuesto, están afectando a la economía en su conjunto. Sin embargo, en Turquía, a diferencia de España, el turismo no tenía un peso tan elevado: era el 4.4 por ciento del PIB, cosa que en España, por ejemplo, llega al 11 por ciento.

Algunos sectores sociales están acusando el golpe de forma dramática. En la propia Estambul, barrios enteros habitualmente saturados de visitantes, están ahora casi desiertos. Sí, se llega a ver algún visitante, pero casi hay más comercios y vendedores que turistas. Un derrumbe de estas dimensiones, jamás antes vivido en ningún otro país, salvo casos de guerra, no sólo se debe al terrorismo. Además de ello, Turquía ha vivido un agrio enfrentamiento diplomático con Rusia, que suspendió todos sus vuelos y prohibió a sus ciudadanos viajar al país. Si pensamos que la primera nacionalidad en el listado de visitantes de Turquía era Rusia, entendemos mejor la dimensión del problema.

Pero además está la tensión generada por el conflicto entre el Gobierno y la oposición, en torno al golpe de Estado que se detectó en el país y que provocó la virtual militarización de parte del país. Y, por si todo esto fuera poco, Turquía convive con varios tipos de violencia: en primer lugar, la tradicional acción de los movimientos kurdos, vinculados al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (el PKK, por sus siglas en inglés), que frecuentemente protagonizan atentados; en segundo lugar, en relación con la guerra en la vecina Siria, ha habido un recrudecimiento de la acción del Estado Islámico que ha puesto bombas en varios lugares del país, causando varias matanzas. Y, finalmente, está la violencia general, interna, de origen nunca suficientemente aclarado, que lucha contra el gobierno de Erdogán.

Los atentados tanto han afectado a turistas, como a las masas que asisten a un partido de fútbol, como a quienes estaban en una fiesta nocturna celebrando el año nuevo. El aeropuerto, un hub regional de primera importancia, también sufrió un atentado similar al que padeciera la capital belga en su momento. El 15 de julio pasado, por si todo esto fuera poco, los tanques de combate del Ejército tomaron las calles por un golpe de Estado bastante confuso.

Nada, absolutamente nada, calma al turista, que no demuestra ninguna intención de volver a donde solía.