Viajar a Turquía, una ganga por el hundimiento de la lira

Aunque el miedo al coronavirus se impone

La lira turca está en caída libre por razones sobre todo ajenas al turismo. El país está económicamente muy débil y el gobierno se niega por principio a subir los tipos de interés, que podrían frenar la huida del dinero. Eso, normalmente, habría sido un fantástico reclamo para el turismo que se encuentra con que ahora todo es aún más barato. Pero ni aún así. El país, con una incidencia moderada del coronavirus, apenas tiene una ocupación que supera el 30 por ciento. O sea, como si la lira estuviera cara.

Turquía ha controlado bien el virus. Está abierta al turismo desde el primero de junio, cuando se comenzó a mejorar el panorama. Pero ni por esas. Los datos de los aeropuertos indican que han llegado en julio el 31 por ciento de los viajeros que habían llegado el verano pasado. 

La no llegada de turistas tiene un efecto aún más pernicioso en la moneda, porque al no existir la compra de su moneda por parte de los viajeros, se agrava la devaluación que el gobierno no puede parar –y, en este caso, por una cuestión de principios, tampoco quiere.

Hay otro factor muy complicado para explicar cómo está el turismo en Turquía. Rusia siempre ha tenido interés en Turquía. Rusia, país ortodoxo, cuya capital espiritual fue la antigua Bizancio, hoy Estambul, mira con cuidado lo que ocurre en Turquía, un rival especialmente en términos religiosos. El que la famosa catedral de Santa Sofía, tantas veces convertida en iglesia ortodoxa, haya sido nuevamente convertido en mezquita por el gobierno de Erdogan, debe necesariamente molestar en Moscú. Y no sólo el gobierno ruso, sino también la población rusa se siente incómoda. Por eso, este año, tampoco los rusos están viajando a Turquía como lo habían hecho el año pasado (caída del 76 por ciento en las visitas de esta procedencia), lo cual agrava la crisis turística turca.