Hinterland Travel es una organización especializada en viajes al corazón de la zona afgana controlada por los talibanes. Tres semanas, 4.000 euros. No sé si decir “Todo incluido”. El propietario de la compañía, Geoff Hann, un inglés de 74 años, lleva trabajando en este negocio desde los años setenta, con Irak, Siria o Pakistán entre sus destinos preferidos. Nunca tuvo problemas, hasta que los tuvo: el año pasado, cinco de los doce turistas con los que hacía una visita a Afganistán sufrieron una emboscada y fueron heridos de gravedad.
Hinterland Travel tiene algunos secretos para intentar que sus clientes vuelvan a sus casas: las reservas de los hoteles, nunca ocupados, las hace muy tarde para que no corra la voz. Ocasionalmente, en lugar de hoteles, lleva a los viajeros a casas particulares. Los viajes son diferentes, por supuesto: un día se puede ver cómo un ladrón muere a golpes en una plaza pública, otro día un coche-bomba estalla a no demasiada distancia del tour, y en muchos casos se ha de dormir en cuartelillos de la policía.
Las cancelaciones de etapas del viaje son también frecuentes, porque los contactos indican a Hann, que el riesgo en un lugar es demasiado elevado. El viaje no incluye seguridad privada porque eso encarece los costes y no necesariamente reduce los riesgos. Hann ha dejado de usar pistola, convencido de que poco hay que hacer ante un Kalashnikov, que es el arma habitual de los rebeldes.
¿Estos no son los viajes para dos personas con todos los gastos pagados que regalan en la televisión?