Les confieso que yo no soy un ambientalista. Que no me verán nunca detrás de una pancarta defendiendo la protección de nada. Que ni nadie nunca me ha llamado ecologista porque, simplemente, no hay motivo. Que no estoy en esta onda. Pero, sin embargo, cuando leo las noticias cada día más frecuentes, que dicen que se ha puesto de moda entre los chinos viajar o al Ártico o a la Antártida, me da un irreprimible escozor.
Porque no hace falta ser muy sensible con el medio ambiente para imaginarse la escena de barcos y barcos de chinos llegando a las zonas sensibles de los polos, sacando fotos y fotos y volviendo. Bueno, si fuera eso, aún, pero normalmente estas hordas dejan su huella ambiental, sus vertidos, sus 'olvidos', su suciedad, sus desperdicios. Normalmente a alguien se le ocurrirá abrir una hamburguesería en ese lugar, poner un cajero automático, o llevarse un autobús descapotable para hacer tours 'hip on, hip off'.
Y eso es lo que me alarma: el planeta sólo tiene dos rincones preservados de la huella humana, que son los polos. Por obvias razones de mal clima, pero están preservados. No quiero imaginar que esta moda china se extienda a todos los demás países y terminemos por convertir también estas regiones en territorio arrasado por nuestra presencia. No quiero imaginar las colas de cruceros esperando plaza para poder atracar, ni la idea de hacer un aeropuerto que no contamine, ni la construcción de un muelle mejor para barcos más y más grandes.
Sin ser ecologista, ¿no va siendo hora de que una autoridad a nivel mundial se encargue de preservar algunas zonas del planeta de nosotros, los humanos? Alguien tiene que defender la naturaleza de los efectos de nuestra acción, de nuestros vehículos, de nuestros comercios, de nuestros alojamientos, de nuestra calefacción, de nuestra interminable vocación de conocer nuevos destinos. A mí me encanta el turismo, pero entiendo que en un lugar tendríamos que tener un límite. ¿No creen?
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