Ustedes saben cómo están las cosas hoy mismo en Alitalia. Después de años perdiendo dinero, después de la 'gran solución' que consistió en que Etihad entrara como accionista de referencia, la compañía quebró. En ese momento, gobernando la izquierda de Mateo Renzi, se decidió enajenar todo. Pero para poder vender, había que evitar el cierre inmediato por lo que el Gobierno volvió a dar un crédito para la supervivencia de Alitalia. Y se puso en marcha la venta.
Finalmente, tras un proceso exasperantemente lento, se iba a llegar al final cuando, como es habitual en Italia, cambió el gobierno. Entró Salvini y Di Maio, dos populistas que, ante el caso de Alitalia, dijeron que el estado no se podía desvincular de la aerolínea. De forma que diseñaron una operación diferente: la compañía sería comprada por el estado italiano y después se buscaría un inversor privado que se hiciera socio del estado. El organismo empleado para burlar las disposiciones de la Unión Europea fue la compañía de trenes italiana. De forma que ahora mismo Alitalia pertenece a Ferrovie dello Stato, la explotadora de los trenes públicos de Italia.
Pero el Gobierno italiano parece haberse dado cuenta de que no va igual el negocio de los trenes que el de los aviones y ha dicho que quiere un socio para este proyecto. Varios candidatos se largaron, pero quedan dos en la carrera: Lufthansa y un consorcio formado de Easyjet y Delta.
En ese proceso, el Gobierno ha comparecido varias veces en los medios para decir que está encantado de poner dinero en Alitalia, que le gusta el proyecto, que le parece interesante.
O sea, amor gubernamental por una empresa.
El problema precisamente es que en Italia, como en otros países, hace muchos años que los gobiernos están enamorados de Alitalia y la aerolínea cada día pierde más dinero y opera con unos niveles de ineficiencia que dan miedo. Ahora mismo no sabemos cómo quedarán las cosas, pero estas afirmaciones tan entusiastas probablemente asusten a los inversores: amor de Gobierno siempre equivale a intromisiones políticas que distorsionan las decisiones.
Es probable que Alitalia se convierta en una víctima del amor de su gobierno, incapaz de entender los tiempos que corren. Sería muy raro que los candidatos a quedarse con una participación en Alitalia acepten compartir mesa con un gobierno que no parece entender cómo va el mundo hoy. En unas semanas todo quedará claro.
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