Norwegian ha despedido a todos sus pilotos y tripulantes de cabina con base en España. No ha podido más. Todos estaban empleados en alguna de las muchas filiales de la compañía que, finalmente han quebrado. Sobrevive únicamente una rama que depende de Noruega y que, aunque no tiene garantizado su futuro –porque el gobierno noruego ha puesto unas condiciones muy severas para hacerle un préstamo que tampoco es exageradamente generoso–, puede que sobreviva.
El resto, cerrado. Suecia y Dinamarca se han negado a ayudar a la noruega, lo cual en el caso sueco es bastante desagradable porque Norwegian tenía en Estocolmo una parte muy importante de su estructura.
Norwegian no muere por el coronavirus. El coronavirus simplemente acaba con un proyecto fantástico, mal gestionado. El culpable del hundimiento es, sobre todo, Bjorn Kjos. Pero nadie puede acusarle de nada porque Kjos es, también, el responsable de la puesta en marcha de esta compañía. A él se le debe el éxito y el fracaso.
El éxito porque supo hacer una aerolínea solvente que, desde Escandinavia, adquirió una presencia destacada en Europa, con un modelo absolutamente brillante, perfecto para un territorio cuyos habitantes tienen mucho poder adquisitivo. Norwegian revolucionó los viajes a y desde Escandinavia.
Pero su experiencia no es traspolable a todos lados. Kjos llevó a Norwegian de Escandinavia a Europa y después la convirtió en un fenómeno mundial. La salida a Europa fue muy poco cautelosa. No es lo mismo España que Escandinavia; no es igual operar un vuelo semanal en una ruta saturada de competidores que ser el líder en un trayecto. Nadie entendió muy bien qué hizo con esa expansión. La solvencia en Escandinavia le permitió aguantar estas distracciones.
El verdadero disparate de Kjos consistió en endeudar con siete mil millones de dólares a la compañía para lanzarse a las siguientes aventuras, sin que ninguna llegar a consolidarse: primero, convertirse en una aerolínea de largo radio, con aviones de cabina ancha (B787), low-cost. Los que entienden de verdad de este negocio siempre dijeron que no hay margen para ofrecer un low-cost de largo radio porque no hay forma de hacer ahorros adicionales (O'Leary, por ejemplo, no se inmutó ante la irrupción de Norwegian en este negocio). Segundo, la compañía descubrió los aviones de un pasillo y largo radio y se lanzó a instalar bases en Escocia e Irlanda para también explotar este negocio (más deuda). Tercero, instaló una base en las Antillas francesas para volar por el Caribe, y ya en la apoteosis de la locura, abrió una filial en Argentina. Dejemos los proyectos fantásticos de usa aviones Sukhoi en sus rutas cortas, que sólo sirven para indicar cuán irreal fue el final.
Todo a la vez, todo acudiendo a deuda.
Con ese pasivo, una subida del petróleo, una huelga prolongada, una paralización de flota por cualquier motivo, era suficiente para hundirse. Y ha ocurrido de la forma más brutal, porque el coronavirus es tremendamente serio y cruel. Noruega, aunque lo quisiera, nunca puede financiar las pérdidas de Norwegian, sobre todo para proyectos aeronáuticos carentes de todo asidero.
Así la compañía ha quedado reducida a unas pocas bases, a ver si logra el dinero noruego. Es probable que lo consiga porque, aunque la operación es muy perjudicial para los prestamistas, no les queda otra: negarse es pérdida segura, seguir es aferrarse a una posibilidad, aunque sea remota, de salir adelante.
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