El avión, embargado

No me digan que no es para morirse de vergüenza, si es que la tuviera: Ryanair ha visto cómo un avión suyo se ha quedado en tierra porque las autoridades francesas, hartas de exigirle la devolución de 500 mil euros, lo paralizaron, impidiéndole el despegue. Según dicen en Francia, esto ocurre tras muchos meses intentando infructuosamente cobrar la devolución de una subvención que en su momento cobró en Angulema.

Esto es probablemente lo más lamentable que le puede pasar a la aerolínea más rentable de Europa, que se niegue a pagar sus deudas, una vez acabado todos los procesos legales que determinan sus obligaciones. ¡Cómo se puede caer tan bajo! Porque una cosa es que se le exija ese dinero a alguien que no lo tiene y la otra es que ocurra eso con quien tiene su caja a rebosar de efectivo, al punto de que apenas vio que no tenía más remedio, apenas vio que su imagen en los medios iba a quedar dañada, mandó un cheque con el dinero a la autoridad francesa. Unas horas después, el avión volaba a casa.

Esto define a la compañía protagonista de este suceso.

El estado francés, con todo su poder, ha tenido que recurrir a un embargo de un avión para cobrar sus deudas, tras cansarse de enviar cartas, de persuadir, de comunicar el impago. Imagine usted, humilde pasajero, que tiene que reclamarle 200, 500 o mil euros de compensación a esta empresa y que cuenta únicamente con su capacidad de presión que, obviamente, es mínima. Ni usted ni yo podemos pararle un avión para que nos pague, por lo que las posibilidades de resarcirnos son mínimas.

No estoy diciendo que Ryanair rechace pagar sus obligaciones en todos los casos, pero sí que cuando ella, por su criterio obviamente interesado, decide que no paga, pues no paga. Y ahí se queda el cliente con un palmo de narices.

El estado francés ha tenido esta vez la virtud de poner en evidencia ante qué tipo de empresa nos encontramos: alguien que, disponiendo del dinero, no paga sus deudas; alguien que obliga a que se adopten estas medidas.

Me gustaría conocer ahora qué sucederá con esos 149 pasajeros que volaron con cinco horas de retraso. Si ese retraso es culpa de Ryanair, tienen derecho a una indemnización de 250 euros. Pero ya verán que la compañía dirá que no pudo cumplir con el horario por razones ajenas a su voluntad, porque el Gobierno francés le paralizó un avión.

Desde luego, yo no quisiera ser el jefe de relaciones públicas de esta empresa porque su actitud es tan hostil que es muy difícil salvarla de las críticas.