Este jueves, como estaba escrito, como se habia anunciado, Lufthansa se quedó con la mayor parte de su principal rival, Air Berlin, la segunda aerolínea de su país. Ya se encargará Alemania de justificar que eso es compatible con la legislación europea de la competencia, no en vano es el país a cuya medida se hacen las leyes europeas, porque para eso es el que manda y el que es más fuerte.
O sea que ahora, formalmente, el mercado alemán de la aviación, uno de los mercados más lucrativos, es el campo de batalla entre dos: de un lado Lufthansa y sus incontables filiales y de otro Easyjet y Ryanair. O, tal vez, ese sea el escenario final, aunque las low-cost aún tienen mucho que decir en este país, en el que su presencia aún no es dominante.
Pero el mes y el año no ha acabado para Lufthansa. Previsiblemente, en una semana deberá saberse que se queda también con los restos de Alitalia. Desde luego, es la oferta más solvente de las que están sobre la mesa, que son bien pocas, una vez que Ryanair, consumida por sus problemas, se retirara.
Si fuera así, a Brussels Airlines, Austrian y Swiss, las filiales satélites de Lufthansa, habría que sumar ahora la poderosa Alitalia, al menos en términos transatlánticos. Otro cantar es el lío que tendrá Lufthansa para poner orden en el interior del negocio de corto y medio radio de Alitalia, que es una máquina de perder dinero. Como decia Walsh, ya se sabía que este era el escenario previsible. Ni Lufthansa molestó la compra de Aer Lingus por parte de IAG, ni esta pujó seriamente por Italia, que es un territorio de influencia alemana. El pastel se ha repartido al gusto de todos, ante la mirada perdida de Air France, que sigue perdiendo presencia por donde se mire.
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