El verdadero mal de Halcón

Las agencias de viajes presenciales están viviendo el que puede ser su peor año en mucho tiempo. Apenas si se encuentra alguna noticia positiva para el sector minorista tradicional. La atonía del consumo en España está acompañada con la irrupción de un nuevo actor en la distribución: los ‘outlets’.

El negocio vacacional ha caído este año en cerca del 20 por ciento. El ‘business travel’ prácticamente se ha estancado, y si ha crecido ha sido timidísimamente. Y los precios hoteleros no han bajado ante la buena demanda de los principales emisores extranjeros. Parece que se avecina un drástico ajuste en el sector.

Halcón, como otras agencias presenciales, no ha podido escapar de esta espiral. En su caso, está el agravante de que su matriz tampoco pasa por un buen momento, sin el apoyo de un fondo de inversión como Carlyle o un gigante como Royal Caribbean/Pullmantur.

El problema de Halcón no es el Sepla, ni tampoco sus dirigentes. Con unos u otros directivos poco se puede hacer ante un panorama como el descrito, cuyo diagnóstico revela una acentuación de la crisis estructural que padecen el conjunto de las agencias de viajes.

Los ‘outlets’ vienen a ser para las agencias lo que Ryanair y EasyJet supusieron para Iberia. Sus costes son abrumadoramente más bajos por el que ofrecen un producto de calidad decente a un precio casi irresistible. Las ‘low cost’ ya suponen para España el 55 por ciento del tráfico, y es de esperar que los ‘outlets’ registren en los próximos dos o tres años crecimientos de vértigo.

Cualquier persona que haya entrado hace 2 años como directivo de una agencia las tiene todas para aparecer como el responsable de todos los males. Pero no se trata de un problema particular, sino general, estructural, unido a la caída del consumo, y de la carencia de un músculo financiero de un grupo extranjero.