Estoy en un pueblo en el que dicen las estadísticas que no ha habido ni un caso de coronavirus desde el inicio de la pandemia. Por supuesto, menos aún ha habido muertos. Quizás alguien que pasó en coche pudiera haber estado contaminado, pero si es que el virus ha pasado por aquí, no se ha parado.
Sin embargo, en este pueblo la economía lleva parada dos meses y medio. Desde marzo, no ha abierto ni un hotel. Sigue abierta una farmacia y una panadería que, además, vende alimentación en general. Hay dos restaurantes que están siendo limpiados desde hace dos semanas pero que no han visto ni un cliente, porque se nutren de unos turistas que no han llegado. Y nada más. Todo parado.
A mí se me ha ocurrido decir que existe una ligera contradicción entre la ausencia total de casos de coronavirus en el pueblo y las medidas de prevención extremas que estamos aplicando. Y zás, la respuesta consiste en una mirada asesina, acompañada de la pregunta: “¿hubieras preferido la muerte de los vecinos a cambio de dinero?”
No he vuelto a hablar. Llevo tres semanas en silencio. Ni siquiera me atrevo a decir que el retraso en los tratamientos contra el cáncer que decidieron en el hospital que nos corresponde puede poner en peligro algunas vidas. No es dinero, son vidas, pero ahora estamos con el coronavirus y no podemos preocuparnos de los demás.
A ver si consigo explicarme con calma: no todo es elegir entre la muerte y el dinero. De la misma manera que, aunque se caen aviones, solíamos volar; igual que aunque haya miles de muertos en las carreteras, seguimos cogiendo el coche; igual que corremos el riesgo de cruzar la calle, la cuestión no es elegir entre turismo y la muerte, sino entre un turismo con cuidado, responsable, y una posible presencia del virus que podría, efectivamente, en situaciones extremas, causar enfermedades y tal vez la muerte.
Porque, o mucho me equivoco, o este radicalismo puede provocar también bastante sufrimiento. Porque después de la enfermedad nos va a venir una factura mortal. Literalmente.
Más de lo mismo, Trump, Bolsonaro y sus ideas...
New York con 25millones de personas ya tiene más muertos que España 47millones.
Brasil ni lo saben...y subiendo, y hagan vida normal!
Esta muy bien el discurso de aquí no pasa nada, pero si está pasando.
Al que no le ha tocado de cerca, es muy fácil el discurso de venga venga que la economía se para y eso si que nos mata...
En cuanto ves las orejas al lobo dices, uy, igual prefiero vida a €.
Opinar para realmente no decir nada
Alvaro, comprendo y me solidarizo con sus argumentos, la falsa dicotomía se instala desde la ignorancia ó desde la malicia y políticamente desde los populismos, pero no existe realmente. Debemos empezar a trabajar, cuidándonos desde luego, pero arrancar de una buena vez. Los efectos del parate serán catastróficos e inútiles pues, dentro de 6 meses seguiremos teniendo el mismo riesgo (o muy parecido) de recibir un huésped enfermo asintomático, y podremos detectarlo o no, pero con buenos procedimientos no será un problema importante, ni mucho menos que las "orejas del lobo". Pregunto, estaremos parados hasta que todos estén vacunados?