Españoles ‘tirados’ por el mundo

Diariamente, desde los rincones más recónditos del planeta, cientos de españoles lanzan su grito desesperado en las redes, pidiendo que les devuelvan a su país. Se encontraban viajando, trabajando, cumpliendo cualquier misión en lugares tan alejados como el sureste asiático, en centro de Latinoamérica o un enclave perdido en África.

Las aerolíneas, generalmente Iberia, aunque en algunos casos Air Europa, han dejado de volar por imperativo legal, porque los países de destino están bloqueando las operaciones porque no quieren que ciudadanos europeos les contagien –lo cual, como en el caso de la alcaldesa de Guayaquil, que estaba contaminada ella misma, es bastante incomprensible. Algunos viajeros pueden conseguir regresos alternativos, pero totalmente pagados de sus bolsillos, cuando ya en su momento habían comprado un billete de retorno para un viaje que no se prestará y cuyo importe no se devuelve.

En estos casos, la responsabilidad del rescate pasa al Estado, al Gobierno. Y ahí es cuando empezamos a comprender que, como todos los europeos, pagamos impuestos, pero a diferencia de ellos, no tenemos servicios. Las quejas de estos españoles son siempre las mismas: la embajada o no contesta o cuando lo hace es para decir que se arreglen como puedan. En algún caso, algún funcionario responde con eficacia, pero desde luego deja la factura del billete de avión, para que sea pagada por el viajero.

Combinando esta ineficiencia con la decisión del Gobierno de ponerse del lado de las aerolíneas cuando estas decidieron no reembolsar el dinero de los billetes de avión que ellas se han visto obligadas a cancelar, tenemos delante de nosotros exactamente una situación de abandono completo: no tenemos un Gobierno que nos ayude, que se deba a los ciudadanos, que los apoye. Literalmente, muchos españoles están abandonados a su suerte por parte del gobierno, mientras todos pagamos los impuestos para tener un ministerio de Asuntos Exteriores que nos auxilie en el extranjero. Pero, cuidado, no se preocupen que si hay un ‘cóctel’ o una recepción diplomática, los primeros serán los nuestros.