Francia, sin aviación

Cae Aigle Azur. Cae la segunda aerolínea de Francia. Sólo cuando lo escribo y lo leo asumo la conciencia de lo que estoy diciendo: la segunda aerolínea de un país como Francia, una potencia mundial en aviación. Aigle Azur es el síntoma, es la evidencia. En Francia, con diez aviones, se es la segunda aerolínea. Y no se sobrevive. Esta es la realidad de hoy en el mundo de la aviación, en el que la competencia es cruel, salvaje. Pocos sectores económicos tan duramente competitivos como este.

No es que los franceses no vuelen. Por mucha “vergüenza de volar” que se monte, nunca tantos franceses compran billetes aéreos como ahora. Pero todo se lo llevan las Easyjet, Ryanair, Vueling o Volotea. Y, por supuesto, la acorralada Air France. 

Aigle Azur era una aerolínea respetable, antigua, seria. Tenía inversores solventes, con vocación de salir adelante. Pero el mercado está tan terriblemente difícil que no ha habido salida. Ni siquiera en este caso, en el que el mercado de Argelia estaba casi en régimen de monopolio.

A mí me parece que este es un ejemplo absolutamente demoledor de cómo están las cosas. Nos sirve para reflexionar el mérito de la supervivencia de Air Europa, o la valentía de Volotea, o la dureza que debe experimentar una Corsair, por ejemplo, para mantenerse a flote.

Yo no creo, francamente, que haya muchos mercados más duros hoy en día que el de la aviación comercial. Los niveles de dificultad que imponen las low cost son de tal dimensión que me llevan a decir que un empresario que triunfe en este sector es que es muy, muy bueno. Y digámoslo también claro: ser como Easyjet o como Ryanair en este entorno, demuestra que no hay accidentes, que hay un modelo estricto, riguroso, profesional. 

Nadie regala nada, pero en la aviación, mucho menos.