La ‘nueva’ Norwegian

Creo que Jacob Schram, el director general de Norwegian, ha hecho un buen trabajo, teniendo en cuenta los mimbres con los que contaba: ha conseguido alinear a un ejército de actores intermedios para permitir que la compañía aérea pueda sobrevivir (Norwegian celebra: “Nos hemos salvado y volveremos”).

Este es un mérito importante en cuya consecución tuvo dos aliados: la legislación mercantil irlandesa, que promueve la reapertura de los negocios antes que resarcir a los acreedores y, en segundo lugar, el tremendo dilema que tenían los acreedores, posteriormente convertidos en propietarios: perder todo ejecutando las deudas o perderlo casi, casi todo, haciéndose propietarios. Pero está bien, Schram ha conseguido algo que sobre todo desde el punto de vista laboral es bueno.

Sin embargo, conviene tener presente otro aspecto que parece haber quedado subsumido: la nueva compañía que nace tiene la tercera parte de la flota que la anterior, cincuenta de ciento cuarenta aviones. Esto merma considerablemente la capacidad para generar ‘cash flow’ aunque, es verdad, la compañía se va a centrar en la parte del negocio que era más rentable, la que opera en el entorno escandinavo.

Pero también hay que recordar –y eso es lo malo– que este renacimiento tiene lugar con una deuda superior a los dos mil millones de euros. Es la tercera parte de los seis mil que tenía, pero no deja de ser una deuda importante que, de alguna manera, limita las posibilidades de lanzarse a aventuras.

En todo caso, hay que reconocer que muchas otras aerolíneas con su nivel de deudas y sobreviven, aunque en general suelen tener a un estado detrás.