Norwegian, atrapada

Una aerolínea que quiebra no necesita slots; pero una aerolínea que quiera volar necesita derechos de aterrizaje en los aeropuertos. Por este motivo, la decisión de Norwegian, de vender sus slots en el aeropuerto de Gatwick, para recuperar 400 millones de euros, da una imagen real de la profundidad de su crisis. Si pierde los slots, desaparece; si la ejecutan, ¿para que quiere derechos de vuelo?

El próximo mes de diciembre, Norwegian debe pagar a los titulares de bonos que en su momento se emitieron para financiar a la compañía. En el verano de 2020 hay un segundo vencimiento. En total,  estamos hablando de unos 350 millones de euros.

La aerolínea le ha ofrecido a los tenedores de estos bonos la cesión de los derechos de vuelo en Gatwick, Londres, cuyo valor más o menos coincide con esta cifra. Naturalmente, si alguien se quedara con esos derechos, sería para volar, lo que en otras palabras significaría el final de Norwegian porque nadie pagaría esa cifra para nada.

Estos son los dilemas que están ahora mismo encima de la mesa del director financiero de la compañía noruega: o pagar y adelgazar tanto que pierde la operación desde Gatwick, parte sustancial de su modelo, o… O no hay alternativa, lógicamente, porque los acreedores quieren cobrar.

Como ya pasó con los acreedores de la antigua Wow, también es verdad que un tenedor de deuda, enfrentado a una situación así tiene dos alternativas: ejecutar y no cobrar más que una cantidad marginal, si es que cobra o, por el contrario, aceptar las condiciones de la compañía porque, así, tal vez un día, cuando se recupere la normalidad, si es que esto ocurre, podría llegar a recuperar su inversión. Los dos, compañía y acreedores, están mutuamente atrapados.

En estos términos están las cosas, cuando una aerolínea le propone a los acreedores que se queden con los derechos de vuelo que, desde luego, son de gran interés en el mercado.