Si usted tiene hoy un avión comercial de pasajeros, lejos de tener un activo, tiene un lastre. Cuando no hay viajeros, aquello es una carga, una molestia, un coste; algo de lo que todo el mundo huye. Si usted es una aerolínea, con decenas e incluso centenares de aviones, tiene decenas e incluso centenares de condenas. O sea, está muerta.
Claro que las aerolíneas tienen dos posibles pañuelos a los que acudir para llorar: primero, el de los propietarios de los aviones, cuando están alquilados. Hoy, los ejecutivos de las compañías de aviación miran a los lessors y les dicen: “O no me cobras, o te devuelvo los aviones”. Los lessors saben que lo peor que le puede ocurrir a un inversor hoy, y ellos son inversores, es tener un avión, por lo que huyen de este lenguaje (lo peor no, lo segundo peor, porque siempre queda la maldición de tener un paquebote de cruceros).
El segundo pañuelo sobre el que llorar se llama o Boeing o Airbus. El pañuelo de Boeing no tiene demasiado margen para consolar, porque la americana está también pasándolo fatal. Los fabricantes de aviones saben que no tienen alternativas, que no hay nadie que quiera aviones, por lo que les conviene dialogar, compartir problemas, sufrir juntos. Antes, cuando las cosas iban bien, si uno no pagaba, había mil otros que se quedarían con el avión. Hoy, en cambio, todo el mundo huye de la condena.
Esta es la situación hoy: con la economía destrozada, la tragedia escala la cadena comercial. Primero el lessor, después el fabricante y, finalmente, tanto por una vía como por la otra, el sistema bancario. Porque al fin y al cabo son los bancos quienes han financiado a las aerolíneas, y a los lessors, y a los fabricantes.
Sin viajeros, los aviones quedan en tierra y los bancos en última instancia son los que asumen los riesgos.
Fin de ciclo. Sin trabajo y sin ingresos, no hay viajeros.
Pues me parece poca ruina para lo que nos merecemos. Con 50.000 muertos, los comedores sociales a rebosar y la primera industria de este país en quiebra técnica todavía hay líderes empresariales que intentan que no haya que llevar mascarilla, será a ver si el segundo brote nos devuelve a la edad de piedra.