Aunque también hay quienes no se dejan impresionar por la afluencia de turistas y tienen en cuenta otros indicadores, sobre todo el del gasto, y por ende la rentabilidad, no deja de ser llamativa la autocomplacencia de quienes celebran esta temporada como “histórica”.
Animados por los datos, entre ellos los de Frontur, sobre llegadas de turistas internacionales a los destinos de sol y playa españoles en julio y en el acumulado de los siete primeros meses, sorprende ver que algunas personas parecen no haberse enterado de qué va la historia de la temporada “histórica”. Y entre los desinformados que comparten optimismo están desde periodistas de diarios de ámbito estatal a oportunistas políticos que se cuelgan inmerecidas medallas al adjudicarse como mérito propio la mayor afluencia, obviando la caída de la demanda hacia destinos competidores como Túnez, Egipto, Marruecos y hasta Grecia, por sus problemas de inestabilidad.
Los datos, los de la administración turística del Estado y los de algunas autonomías, corroboran, efectivamente y dentro de los márgenes de su relativa fiabilidad, el notable aumento de consumidores de vacaciones que este año han dirigido sus pasos hacia las costas de España. Con incrementos destacados en las dos comunidades autónomas insulares –Canarias y Baleares- y en dos peninsulares: la Valenciana y Cataluña. Pero acogerse solo a ese dato es autoengañoso. Hay otros datos que encienden luces de alarma y rebaten el optimismo infundado. La rentabilidad, el primero. Porque aunque en el sector hotelero se factura bastante, una parte significativa de las reservas se hizo poco después del inicio del año, tras desencadenarse los incidentes socio-políticos en el norte de África y, luego, en el país helénico. Aquellas ventas anticipadas eran incentivadas con descuentos y precios de oferta por aquello del más vale pájaro en mano que cien volando. El segundo dato preocupante es la amenaza de crisis de los touroperadores, incluidos algunos de los más grandes. Por esto, sorprende que algún representante asociativo haya considerado “magníficos” los datos. Por suerte, alejados de ese extremo hay quienes no han perdido la sensatez y sostienen que el éxito es consecuencia de precios baratos y desgracia ajena y con baja rentabilidad, que la facturación no crece tanto como la ocupación y que hay turismo prestado, que los restaurantes están llenos pero la caja no tanto, que la ocupación turística no se traduce en gasto turístico, que los turistas miran mucho y gastan poco y que hay muchos muy jóvenes y con poder adquisitivo bajo.
¿Autoengañados con...
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